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Una voz feminista en el Foro Social Mundial

Por Patricia Karina Vergara Sánchez

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Soy lesbiana y soy feminista, soy madre de una niña, soy gorda, soy morena, soy pobre, estudie Ciencias de la Comunicación, pero constantemente estoy desempleada por haber elegido inconformarme cuando hay injusticias y por causa de estos ojos míos que se dan cuenta y de esta boca mía que no sabe como callar.

Me invitaron a hablar desde esta forma en que yo miro y hago el feminismo, que por supuesto no es única ni hablo a nombre de todas las feministas. Nada más la forma mía, que es una forma radical porque no cedo, no renuncio y sigo preguntando neciamente, a pesar de que para el día de hoy decirse feminista, en ciertos lugares y ciertos espacios significa ser estigmatizada, señalada e incluso negada, hasta, por participantes de los propios movimientos sociales. Es por ello que agradezco mucho el que me permitan estar aquí y compartir un poco de cómo yo entiendo la necesidad urgente del feminismo como filosofía política que cuestiona el orden establecido en el mundo.

Es necesario comenzar por denunciar que en el orden mundial, el mencionar a la categoría política mujeres, significa nombrar a un sector de la población cuya característica común es –al haber nacido con vulva- el estar sujetas a modelos impuestos desde el poder patriarcal que nos obligan al servicio y a la sujeción. NO HAGAS, NO DIGAS, NO VAYAS, NO PIENSES. Nos vuelven ajenas a nosotras mismas con tal de que sirvamos al sistema ideológico, cultural y económico hoy existentes.

Esta enajenación ocurre cotidiana y sistemáticamente y desde ángulos diversos: Desde la sutileza en que visten por ejemplo, de rosa, encajes y listones la maternidad, como una obligatoriedad social. Hasta aquellos modelos irreales y designados por la visión del otro en donde somos las musas, las abnegadas, las caritativas, las putas, la modelo anoréxica del comercial, o las santas. Cualquier caricatura, menos sencillamente humanas. El estímulo a la competencia y falta de solidaridad entre nosotras desde pequeñas, desde concursar por quién es estéticamente más aceptable, quién la más lista, quién la más atenta, quién la más…, impidiendo la unión entre nosotras, desarticulándonos desde el principio como aliadas políticas. Ya sabemos, aquellas que buscan romper estos modelos establecidos padecen desde la sanción social, el escarnio público, a formas de coerción devastadoras: Violencia física, sicológica y de Estado.

Si a la opresión patriarcal ya expuesta, sumamos la opresión impuesta desde el capitalismo. Sistema de producción al cual somos hoy las mujeres indispensables por ser no sólo la mano de obra más barata, y con menor acceso real a prestaciones laborales. También, por sostener la economía toda con el trabajo doméstico no asalariado y con la reproducción en nuestros hogares de los mismos valores y formas de vida impuestos por este sistema, que por ello hoy nos inunda de sus campañas y encuentros religiosos en “pro de la familia occidentalizada, heterosexual, blanca y católica”. Además, de ser parte indispensable en el ejercicio de continuidad de la mercantilización como consumidoras, pero también como producto de consumo, desde exponer nuestros cuerpos y sexualidades como imágenes rentables en los puestos de revistas, hasta el negociar con nuestra tortura y muerte en los medios electrónicos, transmitida en video e Internet. Otro gran negocio resultado del capitalismo salvaje, en donde las mujeres somos un producto de diversión, asesinato, consumo y desechable.

La suma de la opresión desde el patriarcado y la opresión desde el capitalismo, más los racismos, xenofobia, heterosexismo, y tantas otras formas de odio, ha dado por resultado que las mujeres seamos el sector de la población con mayor índice de analfabetismo, muerte por causas prevenibles y con el menor acceso a los servicios de salud; educación básica y profesional, justicia, trabajo remunerado, vivienda digna, libre elección sobre el cuerpo, alimentación suficiente, libertad de expresión y de denuncia. Factores todos que nos llevan a una realidad inocultable: Hoy en México, y en el mundo, la pobreza es femenina.

Pienso, entonces que nuestra lucha particular y frontal es contra estos primos hermanos que cobijan a los poderosos en lo ideológico y en lo económico. Habría que decir, entonces:

No al patriarcado. No al Capitalismo.

Sí a las luchas antisistémicas.

Sí a las luchas contra todas las formas de opresión.

Para que estas luchas sean eficaces, quiero insistir en señalar dos velos impuestos que es necesario constantemente rasgar:

Primero: podemos recordar como el sistema opresor ha gastado cantidades incontables de propaganda y recursos denostando una y otra vez las propuestas revolucionarias ya sean socialistas, trotskistas, libertarias, comunistas, ecologistas, sindicalistas, por la tierra, campesinas, por los presos y desaparecidos políticos, por mencionar algunas. La criminalización. Buscando infundir temor y rechazo en la población, fomentando la ignorancia, creando franca oposición, e infiltrando detractores en las filas a fin de entorpecer los avances de estas propuestas. Así, también, se ha buscado desinformar sobre el término feminista.

El feminismo no es aquel mito impuesto desde el temor patriarcal a una reflexión que lo amenaza, en donde se difunde falsamente que se trata del odio hacia los hombres o del sueño de dominio de las mujeres. Feminismo: es un cuestionamiento a todos los elementos que sostienen la opresión y una búsqueda por derrumbar las formas de dominación. Propuesta trasformadora, civilizatoria, que atañe tanto a unas como a otros.

Así pues, hablar de feminismo desde las mujeres e invitar a la reflexión y toma de responsabilidad que toca a los hombres en la perpetuación de formas de dominio es hacer un planteamiento revolucionario que no amenaza a las izquierdas y movimientos sociales, por el contrario, hace mella en el ejercicio de los poderosos y por eso tiemblan. Un sistema de producción, económico, político distinto como algunos proponen no haría diferencia para nosotras si nos permitimos quedarnos bajo el tapete o para luego.

Segundo: Denuncio aquí hoy, la falsedad de aquel discurso que plantea que las mujeres hemos alcanzado nuestra liberación con discursos engañosos "sobre el género y equidad". Por el contrario las necesidades del sistema de producción de mano de obra barata, han elaborado más precisa y disfrazada nuestra sujeción, sustentándose en el doble discurso patriarcal y moralino religioso.

Quiero reconocer que si bien han ocurrido logros para las mujeres, en áreas diversas de lo público y de lo privado, estos no han sido gratuitos, si no que han costado las luchas y las vidas de muchas compañeras y que todavía no es suficiente. Tres o cuatro mujeres en puestos de poder, cuotas políticas partidarias o discursos que no sirven más que para que las tecnócratas de género cobren salarios en euros por contabilizar a cuántas de nosotras han violentado y asesinado cada año, son los paliativos que se dan a las luchas ya mencionadas, disfrazando servicios asistenciales como logros políticos. Que el gobierno abra una lechería, dos guarderías o insuficientes vagones del metro para uso de mujeres, no hace más que justificar el sistema. Sin embargo, lo necesario es que las mujeres seamos libres del sistema mismo.

. ¿Cómo podemos las mujeres construir otro mundo cuando estamos viviendo las consecuencias del capitalismo más salvaje?

Podemos comenzar por intentarlo. Cuestionar el mundo actual de hecho y de palabra. ORGANIZACIÓN. Por ejemplo, dejar de pedir autorización a los estados para decidir sobre nuestros cuerpos y apropiarnos de ellos. Es posible, organizadas y con la solidaridad de hombres y mujeres trabajadores en salud, que ya están haciéndolo, para temas de irrupción voluntaria del embarazo, inseminación voluntaria, anticoncepción y salud sexual. Organizadas, desafiar a los sistemas agresivos de producción de alimentos y reapropiarnos de la producción de hortalizas en casa, reutilización solidaria de ropa combatiendo los estándares de moda, intercambio justo, en donde se exija la retribución adecuada por los aportes de nosotras, las mujeres. Organizándonos para negarnos en conjunto a hacer cualquier labor doméstica: las labores domésticas se hacen entre todos y todas o no se hacen. Solas: Ni un plato sucio más.

: Darnos la oportunidad de organizarnos en espacios propios y preguntarnos y acordar y hacer estrategias entre nosotras. Organizarnos en espacios donde las mujeres nos reconozcamos entre mujeres, sin otra mirada más que la nuestra. Sin permiso ni autorización. Aún cuando a algunos hombres les cause escozor y les indisponga el no poder intervenir ni tutelar en nuestros haceres. Aún cuando algunas compañeras se sientan culpables por unas horas de mirar para sí, dejando de lado su alianza ancestral y patriarcal con el hombre que comparten cama. Por que hay, también hombres, que hacen espacio de respeto y se alegran de saber que hay compañeras construyendo a modo propio y porque hay mujeres que se alegran de no sentir el peso de la mirada ajena y pueden hablar con la libertad de la complicidad. Porque encontrarnos desde este cuerpo sexuado femenino, y pensar una propuesta de mundo que no responda obligatoriamente a los binarismos occidentales hombre-mujer, bueno-malo blanco-negro. Inventar desde otra lógica. Es una apuesta posible. Reconocerme en la otra, amorosa, rebelde, contestataria, y decir esta eres tú y tú y yo somos: nosotras

También, ejemplificando: cuando participemos en espacios mixtos, negarnos, por principio básico y político a repartir volantes, cumplir comisiones, barrer el local y acomodar las sillas, mientras el macho líder se lleva las palmas. Cuestionar quién cuida a la niñez mientras se hace el activismo. El cuidado de los niños y niñas no es un problema de las madres que participan en un colectivo, es una responsabilidad de todo el colectivo, tan importante de resolver como cualquier otro punto político que permita llevar a cabo o no acciones.

Tantas acciones que parecen pequeñas y están haciendo grande la resistencia y la transformación.

Finalmente, acompañarnos en la denuncia y en la acción en contra de todas las formas de violencia. Porque, en efecto, el que agrede a una, nos agrede a todas y todas estamos sedientas de justicia.

Hay quienes me llaman feminista, con un dejo de miedo, con un dejo de burla, con incredulidad.

Yo, me nombro feminista con alegría, con libertad, con la certeza de que nosotras tenemos en nuestras manos el mundo que no sólo es posible, si no que estamos haciendo nacer.

P.-S.

(Ponencia presentada por la autora en el Foro Social Mundial, eje mujer: “Nuestros derechos en crisis”, organizado por el seminario “Recuperando al sujeto mujer”, llevado a cabo en la UACM, el 31 de enero de 2009)


Fuente: Alai


2009-02


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