El
caso de Nevenka Fernández como paradigma....................
Por Esperanza Bosch y Victoria
A. Ferrer
Profesoras de la Universidad de las Islas Baleares
Durante las última semanas
hemos estado observando, entre atónitas y escandalizadas,
como en el juicio al alcalde de Ponferrada, Ismael Alvarez, por
un delito de acoso sexual se disparaban todos los dispositivos
más primitivamente sexistas, cómo salían
a la luz aquellos fantasmas del machismo más rancio que,
a las alturas del año en que vivimos, resulta ya del todo
injustificable. No quisimos decir nada durante el juicio, pero
ahora, con una sentencia en firme y con todo lo que hemos tenido
que ver y oír, nos sentimos obligadas a poner en común
algunas reflexiones.
Las autoras que firmamos estas
líneas, publicamos en el año 2000 un exhaustivo
estudio que habíamos llevada a cabo en nuestra Universidad,
la Universidad de las Islas Baleares, sobre acoso sexual, concretamente
sobre las diferentes percepciones y valoraciones que en relación
con este tipo de delito hacían el profesorado y el alumnado,
utilizando para ello un cuestionario en el que se exponía
una lista de situaciones de interacción entre profesor/a
y alumno/a, que iban desde interacciones socialmente neutras hasta
aquellas más claramente abusivas. Todo ello nos sirvió
para darnos cuenta de hasta qué punto existen diferencias
entre la valoración de lo que debe se considerado acoso
sexual por parte de los hombres y de las mujeres. Pudimos comprobar
como todavía muchos hombres siguen considerando “natural”
mantener el flirteo o el coqueteo a pesar de las claras negativas
por parte de las mujeres, y lo más grave todavía,
pudimos comprobar como una parte (mínima, es cierto) de
hombres dentro del ámbito universitario creían que
el acoso sexual no existía.
Pues bien, los peores augurios
se han confirmado en el caso Nevenka. Por una parte la víctima
presenta un cuadro claro de alteración emocional, construido
a base de amenazas reiteradas en el tiempo, de claras alusiones
a su persona, de peticiones explícitas de intercambio sexual,
de humillaciones en público, de tocamientos indeseados.
Presenta un cuadro clínico en el que está presente
el miedo, la indefensión y un profundo sentimiento de humillación.
Para que no quepa ninguna duda: es el cuadro clínico común
a víctimas de este tipo de delitos. Sin embargo su palabra
se cuestiona continuamente durante el juicio, se saca a relucir
su vida privada, sus historia sexual, se la intenta desacreditar,
ella es la víctima pero se la intenta convertir en acusada.
Nevenka sufre entonces lo que se conoce como victimización
secundaria: el juicio de su, todavía en aquel momento,
supuesto agresor, se convierte en una pesadilla, en un revivir
nuevamente todos los sufrimientos humillaciones y vejaciones,
pero en esta ocasión el agresor es otro hombre: el ínclito
fiscal Jose Luis Ancos.
En las última décadas
se ha estudiado mucho el tema de la victimización secuendaria,
especialmente en mujeres víctimas de agresiones sexuales,
nuevamente el caso que nos ocupa es un clarísimo ejemplo:
a la víctima lejos de protegerla, se la cuestiona y se
la expone a nuevos sufrimientos.
Veamos el perfil del acosador.
Es un hombre con poder, al que le gusta alardear del mismo, tiene
fama de mujeriego juerguista y bravucón, y, como se ha
podido comprobar, no acepta un no de una mujer por respuesta.
Vistas sus actuaciones y sus actitudes, tanto antes como durante
y después, del juicio podemos inferir que reúne
muchas de las características más “añejas”
del machista, y por tanto es fácil pensar que se cree con
el poder de acosar a una mujer cuando le apetezca y más
aún si anteriormente ha mantenido una relación sentimental
con ella: “será por mis cojones” acosador dixit (con perdón).
Pero dejemos clara una cosa: no es una cuestión ni de enamoramiento
ni de sexo, es una cuestión de poder, de buscar el sometimiento,
la rendición de la víctima. Eso es lo que le añade
una peligrosísima carga de profundidad a este tipo de delito,
que está directamente relacionado con el mantenimiento
de la dominación de la mujer. El acosador deja claro que
aquel es su territorio y que él es el jefe de la manada
y, por tanto, que dispondrá de ella cuando le plazca. Recordémoslo
nuevamente, no es sexo es poder. Los sentimientos de Nevenka,
sus negativas, los evidentes cambios físicos, su sufrimiento
no son tenidos en cuenta por el acosador. Aunque la mujer diga
no, en el fondo quiere decir si. Y así volvemos a otro
de los grandes mitos sexistas: la palabra de la mujer no cuenta.
Ella debe someterse, él decidir.
¿Qué decir de los
argumentos del acosador? Las parejas que ella había tenido
(no era una buena chica, dice subliminalmente, iba con muchos,
no es de fiar); el que hubiera aceptado salir con él con
anterioridad (si una vez dice sí, todas las otras debe
decir nuevamente sí); y por último el guiño
que manda al resto de los miembros de su caduco club machista:
cuidado los españoles, que cualquier chica puede decir
que le han tocado el culo y verse en un serio aprieto. Y ahí
volvemos a un fantasma que sale con mucha frecuencia de su madriguera:
las falsas denuncias. Pasó con los malos tratos, pasó
con las violaciones, pasa con el acoso sexual. Nuevamente el mensaje
misógino vocea que el rencor y afán de venganza
femenino pone en peligro a los hombres, que deben protegerse entre
ellos ante tamaña amenaza. Esta es la auténtica
guerra de sexos, que nadie acuse a las feministas de haberla declarado.
Hombres como Ismael Alvarez y su corte de encubridores y halagadores
son los responsables. Es el sexismo el que pone en peligro la
convivencia democrática entre hombres y mujeres, son los
viejos tópicos, las falsas creencias los prejuicios contra
las mujeres los que dificultan el objetivo de la igualdad entre
todos y todas, es el abuso de poder. No tiene nada que ver con
el sexo.
PD. ¿ Cómo es posible
que callen las mujeres del PP?
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