Los gobiernos centroamericanos
tienen una
limitada visión
sobre violencia de género
Incipiente, la búsqueda
de vínculos entre mujeres y criminalidad
Por Sara Lovera, enviada
Managua AGOS 30, 2002 (CIMAC).- El movimiento
de las mujeres, los gobiernos y las recomendaciones internacionales abandonaron
la lucha contra la violencia hacia las mujeres, esa específica,
por el sólo hecho de tener sexo femenino. A cambio, todas las acciones
de los últimos años se han dirigido a mitigar la violencia
intrafamiliar.
Se perdió el espíritu
de la convención Belem do Pará, instrumento que obliga a
todos los países firmantes a cumplir y trabajar por la erradicación
de la violencia hacia las mujeres, afirmó aquí Ana
Carcedo, del colectivo Cofemina y de la Red de Mujeres contra la Violencia
de Costa Rica.
Carcedo habló en el panel sobre
políticas de seguridad ciudadana en la Conferencia centroamericana
y del Caribe: Reducción de la pobreza, gobernabilidad democrática
y equidad de género, se realiza en esta capital y que terminará
hoy. Se presentó ante un
auditorio preparado para conocer la nueva
propuesta de seguridad ciudadana que se contrapone a la idea tradicional
de la seguridad nacional.
La activista reconoció que en la
última década se avanzó mucho: se hicieron leyes,
espacios de denuncia (comisarías o agencias del ministerio público
especializadas), mesas de trámite, mucha difusión,
pero siempre apuntando a la violencia dentro de la casa, donde hay otras
víctimas: personas ancianas, discapacitadas o menores de edad.
Mientras tanto, se olvidaba la violencia
específica contra las mujeres esa que se ejerce contra ellas, como
el feminicidio en Ciudad Juárez o las violaciones a mujeres de cualquier
edad, en cualquier lugar y contexto socioeconómico.
Cuando se trata de legislar contra esta
violencia específica o desarrollar programas concretos se
presenta una gigantesca oposición de parte de legisladores, políticos
y en general de quienes deciden y ejecutan las políticas públicas.
El argumento más socorrido es que las mujeres también son
violentas.
Ana Carcedo parecía sola. En el
estrado estaban dos policías, uno salvadoreño y otro nicargüense.
A la extrema derecha de la mesa el coronel alemán Wolf Poulet,
asesor de la cooperación internacional alemana (GTZ por sus siglas
en alemán) y ex miembro de la Organización del Tratado
del Atlántico Norte (OTAN) y en la sala, unas 200 mujeres policías
de Nicaragua.
"No nos engañemos. Esta sistemática
desviación de la atención hacia otras formas de violencia
en las que las mujeres no somos blanco, sino victimarias, no es casual.
Es una medida de lo legitimada que está en nuestras sociedades la
violencia contra mujeres, y de la subsecuente resistencia para erradicarla",
aseveró.
En el otro extremo de la mesa, la abogada
feminista Giulia Tamayo advirtió: "Vivimos una etapa de banalización
de la desigualdad entre hombres y mujeres".
La también integrante de la directiva
de Amnistía Internacional, explicó que esa banalización
se fomenta mediante la televisión y busca generar en los amplios
públicos el apoyo para otras agendas de fermento reaccionario y
conservador: por ejemplo las tendencias a solicitar la pena de muerte,
después de un ligero y desvergonzado "reality show".
La peruana reconoció que hay desviaciones
fuertes respecto de lo que construyeron las mujeres en las últimas
décadas frente a la violencia, pero que es necesario abordar el
fenómeno con nuevas estrategias y recuperar espacios.
Tamayo habló de seguridad ciudadana.
Consideró que es urgente desterrar del
contexto latinoamericano la profunda desconfianza
producto de la tradición represora de los cuerpos policiacos y militares,
para construir con otra perspectiva la seguridad ciudadana que el estado
debe garantizar a toda persona, sobre el respeto a la dignidad, los derechos
humanos y la libertad.
De otro modo no podrá combatirse
la violencia hacia las mujeres, ni el feminicidio, porque los cuerpos policiacos
todavía no la persiguen. Se trata, dijo, de crear con imaginación
políticas contra la impunidad.
CRIMINALIDAD Y GÉNERO
En su turno el secretario general de la
Policía Civil de El Salvador, Augusto Cotto, de más de 35
años planteó cómo se introdujo el concepto de género
en las policías civiles y cómo, aseguró, este
concepto ayudará a bajar la criminalidad.
Consideró que la desigualdad entre
hombres y mujeres ha sido una limitante para que la seguridad pública
y los investigadores se percaten de los efectos de la socialización
de ambos sexos en la actividad delictiva.
Y aunque habló de buena fe, como
dirían las personas del auditorio, algunas de sus conclusiones son
que el enfoque de género pemitirá desglosar por sexo las
estadísticas de la criminalidad, conocer mejor las causas que llevan
a delinquir a hombres y mujeres, y eliminar estereotipos.
Por ejemplo, indicó, "el análisis
del delito termine únicamente afirmando que la criminalidad es masculina
sin que se haya realizado un esfuerzo en la profundización del fenómeno",
aún cuando ellas también son criminales.
Actualmente, la introducción del
enfoque de género a las tareas de la policía civil se
reivindica en la región centroamericana.
Según las estadísticas de El Salvador, Honduras, Nicaragua,
México y otros países, en las cárceles hay entre un
90 y 95 por ciento de varones y sólo cinco por ciento de mujeres.
Al respecto, Caracedo comentó que
esas estadísticas, aún imperfectas, hablan por si solas de
la preocupación de Cotto al insistir en que se retome el asunto
de la violencia específica.
Algunos estudios criminales indican que
la mayoría de las mujeres que delinquen en la región son
las que transportan drogas, conocidas en México como burreras.
Este, uno de los fenómenos más amplios del crimen organizado,
no se discutió en esta conferencia.
En la sala de prensa de la Conferencia,
Marina, una de las policías que están por todas partes,
comenta: "cada día somos mas mujeres policías, eso es un
adelanto", y agrega, "lo que no sabemos es cómo vamos a meternos
en la vida privada de las familias cuando un esposo le pega a su mujer.
No podemos".
Marina asistió a uno de los 30 talleres
de género que se desarrollan en Nicaragua desde hace dos años.
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