VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
 Tolerancia cero con la violencia de género 

25 de noviembre
día internacional contra la violencia hacia la mujer

Campaña: 16 días de activismo contra la violencia de género
Del 25 de novimebre al 10 de diciembre 

MUJERES EN RED - VIOLENCIA es un portal de información y lucha contra la violencia hacia la mujer creado por Mujeres en Red
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 


 
 
VIOLENCIA DE GÉNERO Y COMUNICACIÓN          
 

NO BASTA CON LA PENA

Por Nati Abril 
periodista y profesora de la UPV/EHU

 
Publicado en ANDRA

“ ‘Me cogió del cuello y me dijo que no gritara, que abriese la puerta, que me iba a matar con un cuchillo’. Así comienza el relato de Remedios Dominguez, la mujer que salvó la vida (…). Lo podrán escuchar ustedes después de la publicidad”. Sentada en la barra de un bar, mientras esperaba que llegasen los cafés, no daba crédito a las imágenes televisadas ni a las palabras pronunciadas por la presentadora de un informativo de Tele 5. Mi asombro fue mayúsculo. Tanto como la indignación. Una fórmula informativa novedososa que interpreté como un salto cualitativo en el tratamiento ya de por sí denigrante de la violencia de género en televisión. “!Vaya jeta que le han puesto!”, “Le han untado bien ¿eh?”, dijeron unos tíos apoyándose en el mostrador. Las dos mujeres que estaban con ellos, unos pasos más atrás y fuera de la barra, permanecieron en silencio mirando fijamente a la pantalla y después, en voz baja, hicieron algún comentario entre ellas que no llegué a escuchar. Pero tan pronto desaparecieron las imágenes de la mujer magullada y malherida y entraron los anuncios, cambiaron de tema de conversación. 

 Hasta ese día, las cámaras no habían mostrado con tanto descaro su faz más carroñera en la cobertura informativa de la violencia de género. Han emitido docudramas y algún que otro vergonzante montaje con el rimbombante nombre de “investigación”, pero no se habían pasado imágenes de índole tan morbosa en un informativo. Para mí, al menos, fue la primera vez. Unos días antes, durante su ingreso en el hospital, las cámaras ya habían invadido su intimidad (no dudo que con su consentimiento) y mostrado a una mujer traumatizada, en estado lastimoso, postrada en una cama hospitalaria. Las imágenes, sin lugar a dudas, fueron impactantes. Lo que era del todo imprevisible es que la misma cadena de televisión esperase su salida del hospital con el fin de captar el impresionante momento en el que una vulnerable mujer, rota por la brutal experiencia sufrida, se viniera abajo al encontrarse de nuevo en el lugar donde fue atacada. 

No les falló la intuición. Las emociones, como era de esperar, se desataron nada más abrir la puerta del ascensor, poner un pie en el rellano de la escalera y fijar la mirada en la puerta de su casa. Las cámaras se cobraron la pieza deseada: Gemidos, llantos, gritos, amagos de desvanecimiento, desgarro. Puro realismo, dirán unas personas. Pura carnaza televisiva, otras. Pero no fue suficiente con las patéticas imágenes. Faltaba el relato dramático de los hechos en primera persona: “Fue aquí. Aquí. No noté los cortes pero ví la sangre. Al final me cortó las muñecas y me salía un chorro muy grande de sangre. Me cortó las venas por un lado y por el otro los tendones. Yo grité todo lo que pude y daba patadas a la puerta de mi vecina (…)” .”¿Qué estado de ánimo tiene usted?”, inquiere todavía la voz de la periodista…

Por lo visto, los espacios informativos no han podido resisitirse a las rentables audiencias que proporcionan los paseos de algunas famosas maltratadas por su ex por los platós de programas noctunos de entretenimiento, o los lamentables testimonios de las “víctimas de la violencia doméstica” -como gusta presentarlas intencionadamente-, en la programación de tarde. Mujeres anónimas dispuestas a relatar su “historia” y regalar los morbosos oídos del público con detalles escabrosos que, por innecesarios, hieren en muchos casos la sensibilidad. 

El afán de novedad impone cada nueva temporada mayores dosis de dramatismo, de truculencia. Es el todo vale con tal de que suban las audiencias. El negocio. Ahora se ha puesto de moda que las presentadoras -en la programación “rosa” de la tarde predomina el género femenino- en vez de permanecer de pie y a distancia de las invitadas, se aproximen y se sienten al lado de la “valiente” mujer que se atreve a contar ante las supuestas millonarias audiencias cómo y cuánto le han pegado, maltratado y humillado, física y psicológicamente, con todo lujo de detalles. A veces, con la emoción del relato, a la invitada se le seca la gargante o le brotan las lágrimas impidiéndole seguir. Es el momento idóneo para que la presentadora, arrebatada por su humanidad, le haga una caricia, le ofrezca un vasito de agua, le seque las lágrimas y, mirando con gesto conmovido a la cámara, suelte algo así como: “Ahora nos vamos un momentito a publicidad, pero no se muevan. A la vuelta seguiremos con este y otros terribles y emocionantes relatos. No se vayan”. Y, ciertamente, los testimonios -sean verdad o mentira- encogen el corazón. 

La televisión, como se sabe, gusta y necesita de lo espectacular, de lo extraordinario, del drama, para sobrevivir. La tendencia, incluidos los informativos, es ir aumentando gradualmente su intensidad hasta límites insospechados, siempre cuestionables desde la ética informativa. Cada día que pasa las imágenes y el grado de violencia en los programas son más fuertes. Se seleccionan aquellas imágenes novedosas siempre que sean impactantes, conmuevan, aterren. Imágenes en las que abunda la sangre, la destrucción, la muerte en directo (Afganistán, Palestina, el ‘11-S’…). Los detalles escabrosos hacen crecer, supuestamente, el interés y el valor informativos. Nada vale sin embargo, o eso parece, la dignidad de las personas, dueñas absolutas de sus cuerpos y de sus vidas, ahora malheridas, rotas, perdidas, desperdigadas, indefensas ante la mirada carroñera de una cámara. Resulta injustificable, se mire por donde se mire, jugar a ser “testigos de la realidad” y ofrecer después, como gancho de audiencias, la visión de una mujer recien acuchillada, con la cara hinchada y a medio vendar, llena de moraduras y heridas por todo el cuerpo, y un brazo prácticamente imposibilitado. El respeto y consideración al género humano debería poner fin al simulacro de aparecer como “cámaras sensibles y solidarias”, mientras se hace negocio con mercancías tales como sangre, dolor, vendas, lágrimas, heridas, ignorancia, sufrimiento, necesidad.

Quienes están detrás de las programaciones, quienes seleccionan las imágenes, quienes compran los derechos de explotación de determinados programas, saben perfectamente lo que hacen: Buscan la rotundidad del éxito, aunque a veces metan la pata, lanzando flechas emponzoñadas al corazón, a la esfera emocional. Y quienes construyen las informaciones y los “testimonios” sobre violencia de género, también. Saben perfectamente que la mejor manera de que las cosas sigan igual, de encubrir la problemática de fondo y mantener impolutas las relaciones jerárquicas entre los sexos, es informar sobre la violencia sexista como si se tratara de una suma de “dramáticos” sucesos personales en vez de como un problema ideológico y colectivo, fruto del sistema patriarcal en el que nos educamos mujeres y hombres. 

Seguir utilizando términos como “crimen pasional” o “compañero sentimental”, refiriéndose al asesino, y frases como “un problema que se ha hecho dramático” o “aunque había rehecho su vida con otra mujer, seguía enamorado de ella y no quería perderla”, es, además de una grave ofensa, una manera de justificar el uso de la violencia de los hombres contra las mujeres, de dar carta de normalidad -por “dramática” y “lacra social” que sea- a los asesinatos de mujeres. En la construcción de todo relato informativo juegan un papel fundamental las fuentes. En el caso de la violencia de género, las más habituales, intencionadamente, son vecinales y familares, cuyas declaraciones contribuyen a remarcar el carácter individual, personal y de ámbito doméstico de las agresiones. Estas fuentes ahondan en descripciones de la relación -“algo le ha tenido que pasar porque era un hombre muy bueno”, o, “esto era algo que se venía venir…” -, reduciendo y encerrando artificialmente las agresiones en el mundo de los afectos. Se narra el suceso pero no el problema, se exhibe el efecto pero se esconde el motivo de fondo. Por el contrario, no se acude a fuentes conocedoras y estudiosas de la violencia de género con capacidad de explicar, interpretar y argumentar sobre las causas que la producen y de desentrañar sus raíces ideológicas, colectivas y políticas. 

Hay quien piensa que, con tal de salir en los medios de comunicación, todo vale. Lo importante es que se hable, dicen. Pero este tipo de marketing es muy útil cuando se trata de vender un libro, un disco, incluso una idea…, pero, en el caso de la violencia contra las mujeres, el tratamiento informativo resulta sumamente perverso. Al final sucede como les pasó a las parejas del bar. Que cuando se pasa la página o se apaga la televisión, llega el olvido. Tal es la conformidad mental.

 

Nati Abril, periodista y profesora de la UPV/EHU
 

 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

Copyright © Mujeres en Red 1997-2002
Madrid - España