SUPERACIÓN HISTÓRICA DE LOS FEMINISMOS ORIGINALES
                                                                                       “No me considero filósofa”
                                                                                                             (Hannah ARENDT)
         Por Victoria Sendón de León

Intervención en el Encuentro Internacional de Mujeres Filósofas - Barcelona - Octubre 2002

Cuando en el reciente caos económico y político acaecido en Argentina  las gentes se echaron a la calle con sus cacerolas y su ira justificada, también las feministas salieron, pero no tuvieron nada que decir. Ellas andaban ensimismadas con su propuesta de la “paridad” en los diversos órganos de representación política, creyendo fervientemente en la audacia de su propuesta, pero se encontraron con que esas gentes gritaban furibundas: “¡QUE SE VAYAN TODOS ! ¡QUE NO QUEDE NI UNO SOLO !”. De pronto se habían quedado sin discurso. Eso me hizo pensar que, en la nueva era de la globalización neoliberal, el feminismo ha llegado a un umbral que no puede traspasar manteniendo sus anquilosadas posiciones, lo que supone una necesidad de nuevas formulaciones en su teoría y “praxis”, no porque sus metas hayan sido alcanzadas, sino porque las contradicciones del Patriarcado se han agudizado drásticamente.

 El feminismo igualitarista, cuya última propuesta es la de la famosa paridad, se encuentra con que su discurso de considerar la igualdad como un bien en sí mismo por encima de otras consideraciones como el modelo de referencia, la libertad de disentir  o la capacidad de imaginar, por ejemplo, no supone otra cosa más que abundar reincidentemente en lo Mismo, entendido como todo lo que es significativo en el mundo del Amo hegeliano, ya que este amo, que se mantiene “indefinidamente en identidad consigo mismo”, no supone ni supondrá novedad alguna. El modelo es ya tan evidentemente perverso, que la única posibilidad de avance es construirse desde lo Otro en cuanto a la radicalidad que significa la negación y superación de lo dado. Negar lo dado es producir algo nuevo, es crear una nueva realidad que antes no existía. Es, en definitiva, la esencia de la libertad.

Fue Simone de Beauvoir la que definió a la Mujer como alteridad, como lo Otro respecto del Hombre, que representa lo Universal, lo esencial frente a lo inesencial de ser mujer, pero sin llegar a las conclusiones que cabría esperar, ya que concibe esa alteridad como marginalidad de la que hay que salir, incluso renunciando a cierta feminidad : “La disputa durará en tanto hombres y mujeres no se reconozcan semejantes, es decir, mientras se perpetúe la feminidad”. ¿Por qué no dijo mientras se perpetúe la masculinidad ? ¿Os imagináis, que en la lucha emancipatoria de clases, Marx hubiera planteado esta salida al proletariado ?

Opino que la falta de perspectiva y de discurso del feminismo igualitario en este momento histórico se debe a que se ha centrado en combatir el “sexismo”, que en definitiva no es más que un síntoma de una totalidad que lo desborda : el Patriarcado, pues el Patriarcado constituye todo un sistema de dominación y de representación política, económica, cultural y religiosa, cuyas bases lógicas, epistemológicas, ontológicas y éticas no han sido cuestionadas por este discurso igualitarista. Es por ello que se han quedado sin palabras, sin opciones, sin alternativas. No han vislumbrado lo que tan bien expresa la novelista y ensayista Arundhati Roy, que ha contemplado su rostro cara a cara : “Es un soberano poderoso, implacable y armado hasta los dientes. Es un rey distinto de cualquiera que haya conocido el mundo antes. Su reino es el frío capital ; sus conquistas, los mercados emergentes ; sus oraciones, el beneficio ; sus fronteras, ilimitadas ; sus armas, nucleares. Tratar de imaginarlo, intentar verlo mentalmente en su totalidad, es situarse al borde de la locura...”  Pues bien, en este mundo  en el que la política de los políticos no tiene ya otro sentido que el de eliminar las trabas que puedan obstaculizar el libre discurrir del Gran Capital en su “carrera hacia el abismo”, optar por la paridad no implica un cambio en la política ni una toma real del poder por parte de las mujeres. Claro que la clase política ya está lo suficientemente desprestigiada y vaciada de poder para que ahora podamos entrar nosotras, igual que ha sucedido en otros ámbitos.

Todo esto no quiere decir que, por contra, un cierto feminismo de la diferencia, más difundido en nuestro entorno, cuente con un discurso elaborado para enfrentarse con la amenaza que supone la fase actual del Patriarcado. Es más, en su delirio pretende imaginar que el Patriarcado ya ha caído, al menos en sus aspectos simbólicos. Este feminismo de la diferencia sexual se encuentra perdido entre los vapores soporíferos de un seno materno que se supone constituye todo un orden simbólico, hasta el punto de afirmar que se trata de “un orden a punto de ser dado a luz desde la necesidad en el presente de separar del caos la experiencia femenina”, lo que para mí no significa otra cosa más que una pulsión de muerte, el Thanatos freudiano, ya que “en el principio era el Caos”, origen de toda novedad. Tal vez olvida peligrosamente que la figura de la madre es también la de aquel ser que nos arroja al mundo y nos expone a los peligros de la existencia, al riesgo y a la aventura de vivir, de los que no tenemos que protegernos, sino más bien sumergirnos con toda la potencia del Eros.

 Poco cabe esperar en la fase actual del Patriarcado de un feminismo que confunde lo imaginario con lo simbólico. Precisamente cuando el significante se identifica con el significado sin que medie una simbolización se produce la psicosis. Cuando una imagen o un deseo se confunden con una realidad estamos al borde de enredarnos en un círculo vicioso en el que se confunde la empatía con lo político ; en el que el diálogo inexcusable con el mundo se sustituye por la práctica de la relación entre mujeres. Cuando los grupos se estructuran en torno a una relación horizontal y otra vertical en nombre de la “autoridad femenina”, es que se está muy lejos del verdadero espacio político en el que no se habla para dominar ni se escucha para obedecer, pues la incertidumbre y el debate circunscriben el corazón mismo de la política. O, como dice Hannah Arendt, “Si el viento del pensamiento os saca del sueño y os deja totalmente despiertos y vivos, entonces os daréis cuenta de que nada os queda en las manos sino perplejidades, y que lo máximo que podéis hacer es compartirlas unos con otros”.

 Y mientras los dos feminismos arquetípicos se duermen sobre los laureles de sus respectivas “verdades”, muchas mujeres del mundo comienzan a despertar a otra conciencia de la realidad. Cierta madurez de los años o de la experiencia están dando origen a una creciente complicidad y solidaridad entre mujeres, que se sienten demasiado ajenas a los valores del mundo masculino por más que estén casadas y vivan en un entorno de familia tradicional. Se trata de un extrañamiento en el modo de concebir el amor, las relaciones y hasta el sentido mismo de la vida humana. Shere Hite, que investiga la realidad social muy pegada al terreno, está sorprendida por un fenómeno inédito : “Nos encontramos en otro de esos períodos, un período de cambios fundamentales. Sólo que esta vez la ‘revolución’ viene de las mujeres. Es un cambio tan extremo en la concienciación -tanto entre las mujeres ‘conservadoras’ como ‘liberales’- que ha avanzado y progresado tanto que resulta imposible ignorarlo”. Otras mujeres comienzan a aparecer como la conciencia ética y política de la humanidad. Cientos de nigerianas se enfrentan a las petroleras occidentales y les obligan a descontaminar sus ríos, así como a construirles escuelas y hospitales en compensación por la explotación que sufren. Siete mujeres ordenadas sacerdotisas en Austria desafían al Vaticano. Miles de mujeres norteamericanas se concentraron en Washington en contra de la utilización de armas ligeras en manos de los particulares. Naomi Klein escribe un libro, que se ha convertido en best seller, en contra de las marcas (No Logo) ; una representante norteamericana, Barbara Lee, fue la única senadora en votar en contra de la guerra en Afganistan ; una sindicalista norteamericana de 30 años funda sindicatos de mujeres para luchar contra la injusticia económica de la globalización. Mujeres italianas organizan el movimiento social de los girotondi (corros) en defensa de las libertades democráticas, dejando en evidencia a la izquierda institucional. Otras dos mujeres, una abogada del FBI y la vicepresidenta de Enron, han puesto en la picota al gobierno de los EE.UU. y a su propia empresa al destapar sonados escándalos políticos y financieros. Y así podría seguir indefinidamente.

¿Significa una falacia por mi parte sacar conclusiones generales de casos particulares ? ¿O bien quiere decir todo esto que la nueva conciencia de las mujeres del mundo y su implicación política están superando y desbordando, de hecho, el pensamiento feminista ?  ¿No será que la teoría feminista exige un replanteamiento en profundidad ? Porque ¿quién es el nuevo sujeto histórico de un orden político y social por venir? Cofi Annan ha dicho recientemente que “la solución de los problemas del mundo está totalmente en manos de las mujeres”. Tal vez. Pero entonces tendremos que retomar la radicalidad de los orígenes del Movimiento frente al Patriarcado en lugar de hacer anotaciones a pie de página sobre el “sexismo”; tendremos que hacernos conscientes de qué significa actuar políticamente desde la alteridad sin integrarnos en lo políticamente correcto ; habremos de analizar lo poco que significa la democracia representativa, con o sin paridad, para lanzarnos a la democracia participativa ; tal vez tengamos que revisar para qué sirven nuestros “estudios de género” alejados de las corrientes de la vida ; o si la “perspectiva de género” en los papeles mojados de la gran política solucionan algo real en la vida de las mujeres. Tendremos que salir al mundo y en él parirnos a la luz sin conformarnos con un embarazo intrauterino. El Patriarcado no ha caído porque nos amemos las unas a las otras hasta que no acabemos con una estructura de dominación. Así y todo, la “tierra prometida” no existe, como tampoco los “paraísos perdidos”. Mucho más importante que esas promesas o nostalgias es la libertad de seguir pensando y de entregarnos al mundo. Tal vez las mujeres, y no sólo las feministas, estemos en disposición de llevar a cabo una re-evolución que, en contraste con la actual barbarie, defina la política real y simbólica de un nuevo humanismo. El kairós, el momento oportuno para un cambio en profundidad, es propicio en sus bases materiales. Ahora nos falta la teoría, las teorías múltiples que puedan orientar el cambio como superación real de esta fase tan virulenta y decadente del Patriarcado. Volvamos, como en los principios, a pensar lo impensado.