Por David Stoneman
“Tú no tienes la culpa de ser tan guapa”, reza su eslogan. ¿Qué se podía esperar? Cada lunes, justo antes de Eva H, emiten Supermodelo 2007. Con impaciencia, cada vez más ofendido, intento soportar ver como un grupo de humilladores, de maltratadores, se ceba día tras día, noche tras noche, con un grupo de chiquillas crudas, inexpertas, inmaduras, ignorantes, simples e ingenuas hasta el hastío. Bellas e inocentes, al menos en apariencia. Con absoluta impunidad, con el beneplácito de muchos, de muchísimos, grandes marcas, diseñadores, famosos de moda, modelos, y ante la indiferencia de casi todos, incluso la mayoría de los críticos de la televisión. Algo se enerva de forma terrible en los dos lados de mí ser, en el más masculino y en el más femenino, a partes iguales.
Supermodelo no es más que humillación y degradación, sexismo y machismo, en estado puro. Maltrato. Un sofisticado tipo de maltrato. Una mala siembra en cualquier caso, en especial para el público al que parece ir dirigido: las más jóvenes. Por si no saben de qué les hablo, algo probable, les diré que se trata de un grupo de bellacos y bellacas que, delante y detrás de las cámaras, parecen tener carta blanca para someter y vejar a veinte mujercitas, a veinte niñas, tal vez, con la maléfica excusa de convertirlas en top models. Ese es el necio pretexto que lo justifica todo, el caramelito envenenado que embelesa a las chicas, incitándolas, llevándolas (con su beneplácito o el de sus padres) a dejarse ultrajar en público, a someterse a la insaciable crueldad de unos viles “profesores”, una y otra vez. Lo peor es que seis de las veinte chicas que empezaron son menores.
No alcanzo a comprender como una cadena de televisión que nació con la pretensión de ser digna, progresista, moderna, seria, que emite unos magníficos informativos y uno de los más brillantes late-night de la televisión mundial, puede llegar a programar sin sonrojo un engendro tan siniestro, tan tosco, tan dañino, tan degradante para la mujer y para toda la especie humana.
Es imposible permanecer impasible ante la pantalla, es imposible verlo con indiferencia. Al menos yo he sido incapaz de no perturbarme. Parece ciencia ficción, pero ahí está, es real. Existe. Intentar comprenderlo es absurdo, analizarlo supone todo un ejercicio de coraje e irritación. Irrita por cruel, por inmoral, por innecesario, por estúpido, por impúdico. Es complicado contener la náusea, resistir el pellizco en el estómago que llega a producir la indignación ante tan innumerables tropelías. Es casi insoportable la repugnancia que produce observar tal despliegue de maldades, de ofensas, de infamias, tan hábilmente coloreadas, disfrazadas de glamour, de estilo, de sofisticación. Justificadas sin pudor y con sibilino cinismo como algo imprescindible para las chicas en el camino hacia la realización personal y el éxito. ¿Qué éxito? ¿Se acuerdan acaso de la ganadora de la pasada edición, de alguna de las concursantes? Pues eso.
* Periodista
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