Hace unas semanas el Parlament debatió una propuesta de Ciutadans por la que se pretendía pedir al Gobierno una modificación de la ley orgánica de libertad religiosa para prohibir el burka en espacios públicos. Una abrumadora mayoría de nuestros representantes electos se opusieron a tal prohibición. Confieso que entonces me quedé con el decepcionante resultado pero me perdí el argumentario que usaron sus señorías. Alertada por Dones en Xarxa, acabo de ver íntegro el debate y aún lo estoy metabolizando.
Cuando la presidenta De Gispert anunció el tema del burka, tres cuartas partes de la Cámara abandonaron el hemiciclo a toda prisa. ¡Bah!, asuntos de mujeres, pensarían. La diputada Carina Mejías tuvo que esperar largamente a que el bullicio cesara y empezó la defensa de su propuesta con un «gracias a los que se han quedado para escucharme». La intervención de Mejías no fue un discurso para la posteridad, pero no le escuché una sola frase que no pudiera suscribir. Por ejemplo, que no es tolerable la vulneración de nuestros principios jurídicos y democráticos y que el burka es un instrumento de dominación y opresión que nada tiene que ver con el islam ni la libertad religiosa. Lo que tuvimos que oír a continuación en boca de los representantes de todo el arco parlamentario, en una sintonía prodigiosa que pareció borrar toda discrepancia ideológica, fue un bochorno para la inteligencia. Sus intervenciones resultaron perfectamente intercambiables: a todos les pareció una propuesta simplista, populista, demagógica, estigmatizante, tema residual, despropósito, esperpéntica. Palabras textuales acompañadas de argumentos cum laudecomo la comparación del burka con los cascos, los pasamontañas, los disfraces de carnaval, los encapuchados de Semana Santa y hasta los gegants i capgrossos.
Indigencia intelectual
La palma se la llevó la diputada de Iniciativa que insistía en su feminismo mientras se desmentía a cada sentencia, y el palmón el representante de ERC, muy gracioso él en su intervención, imaginando que hasta los pare Noel que trabajan en Navidad en la puerta de El Corte Inglés se verían damnificados por la medida. Indigencia intelectual a izquierda y derecha.
Recomiendo a los diputados que lean El burka como excusa. Su reputada autora, una argelina que fue responsable de igualdad en la Unesco, Wassyla Tamzanli, considera esa cárcel de tela auténtico terrorismo intelectual y moral. No hay nada religioso ni cultural tras el burka, solo es un acto político, un orden ideológico que busca el sometimiento y la sumisión de la mujer. Considera Tamzanli que es un pensamiento racista defender la «libertad» de enterrarse en vida, de convertirse en un bulto sin identidad. Si es insoportable para nosotros, ¿por qué nos parece aceptable para otros?
Dones en Xarxa y Feministes de Catalunya buscan burkas para regalar a los diputados. Hay en marcha una campaña en Change.org: «A sus señorías: pónganse un burka e intenten ser personas libres». Están ustedes a tiempo de firmar.
Nota: enlaces del artículo incorporados por Mujeres en Red
Fuente: El Periódico de Catalunya
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