Por Ana de Blas
¿De qué habla una doctora en Filosofía, profesora de la Universidad Complutense, ensayista? Siendo una reconocida feminista, tal vez de lo mismo que quienes abarrotaron las calles el 8 de marzo: el ascenso de la ultraderecha, la rebelión contra la violencia machista o el anticapitalismo de nuevo cuño. Solo que Luisa Posada puede mirar estas cuestiones a través del cristal, más o menos fiel, de la filosofía. El mismo día –11 de abril– que comienzan este año las VI Jornadas Clara Campoamor en Fuenlabrada, en las que la profesora hablará sobre el sujeto político en la acción feminista, sale a la luz su nuevo libro, “¿Quién hay en el espejo? Lo femenino en la filosofía contemporánea”. Un título, explica su autora, “que se refiere a cómo la filosofía pretende ser un espejo de lo que hay, pero lo que refleja tiene siempre una distorsión”.
– Tras las grandes manifestaciones de mujeres la prensa habla de una nueva ola feminista ¿Existe también en la academia? ¿Se están escribiendo ensayos de la cuarta ola, o es un movimiento de masas pero sin una nueva aportación conceptual relevante?
– Ahora se está publicando mucho sobre feminismo, pero sobre todo es divulgación feminista. Académicamente, de momento, se siguen haciendo investigaciones feministas en la misma línea que se hacían. Hay campos recientes que se están trabajando, como el feminismo decolonial o la interseccionalidad, pero el auge está en la divulgación.
– Entonces, ¿cabe hablar de una nueva ola, en sentido estricto?
– Es muy difícil verlo desde dentro. Para saberlo nos tenemos que preguntar varias cosas: qué la impulsa, cómo se expresa y quiénes la protagonizan. En el qué la impulsa, yo creo que esta cuarta ola está girando fundamentalmente sobre la violencia sexual. El feminismo ha implicado a muchos sectores sociales, y a muchas mujeres jóvenes, que se están levantando contra esta violencia. El peligro que veo es que se queden en el rechazo y no pasen a la conciencia crítica. Que no vean las causas.
– La teoría feminista tiene muy claras esas causas.
– Sí. Tenemos claro que es una violencia que se estructura en un sistema de desigualdad que es el patriarcal, un sistema de dominación que se está convirtiendo hoy en día en un nuevo paradigma de patriarcado. Y es lo que yo llamaría patriarcado violento, que se expresa de muchas formas: violencia física, acoso, maltrato, pornografía, prostitución, trata… La cuarta ola sería la rebelión contra esa violencia. En el “cómo” de este movimiento, se está generando una nueva reclamación de igualdad que ya no es solo la política y social –que desde luego lo es– sino también la igualdad económica. El feminismo hoy, sobre todo el de las jóvenes, es anticapitalista, porque se trata de reclamar la igualdad en su sentido profundo político, social y económico.
– El capitalismo contemporáneo saca muy buenos beneficios de algunas de esas violencias.
– De hecho yo creo que muchas jóvenes están llegando al anticapitalismo por el feminismo. No están empezando, como hicimos en otras épocas, por partidos de izquierda o ideologías marxistas, sino que al beber de las fuentes de la crítica feminista, ellas ven que hay un sistema económico neoliberal que las está mercantilizando.
– Hace unas semanas la portada de The Economist titulaba “The rise of millenial socialism”. ¿Qué hay de las alianzas feministas con ecologismos o anticapitalismos?
– Está bien que el feminismo se alíe con todos los movimientos de resistencia anticapitalista. Tiene que ser un feminismo de izquierda. La relación del feminismo con la izquierda siempre ha sido conflictiva, pero con la derecha es poco menos que imposible. Con el ecologismo ya hay una alianza fuerte, el ecofeminismo, la línea que en España representa Alicia Puleo. Ha habido ahora estas manifestaciones de chicos y chicas muy jóvenes, contra el cambio climático, para presionar a los gobiernos a tomar medidas.
– ¿Por qué la ultraderecha es tan abiertamente antifeminista?
– Siempre lo ha sido. No les interesa que las mujeres avancemos en derechos y en igualdad. Es un pensamiento ultraconservador que quiere que las mujeres se dediquen al ámbito privado doméstico y mantener el statu quo de las cavernas.
– Ellos también ponen en primera fila a mujeres.
– El problema es que estas mujeres no son feministas. Dicen cosas carpetovetónicas, son excelsas representantes del patriarcado. Para los intereses feministas no basta con que haya mujeres en el poder, si son de ultraderecha. Lo que necesitamos es que haya feministas en el poder. Es como pasaba con la Sección Femenina de Pilar Primo de Rivera. Había unas pocas mujeres, como ella, que llevaban una vida de participación en la política… pero para el resto predicaban todo lo contrario. A mí me tocó todavía hacer el Servicio Social. Está claro que toda esta ofensiva de la derecha, más derecha y ultraderecha va directamente contra las mujeres y creo que las mujeres lo han entendido.
– En 2016, las polacas empezaron a salir a las calles para defender un derecho al aborto que creían consolidado y que los gobiernos ultraconservadores comenzaron a disputarles. Ellas advierten sobre el peligro de la influencia de los sectores religiosos y hablan de un verdadero “fundamentalismo cristiano”. ¿Tenemos aquí ese ingrediente?
– Sí, solo que nosotras no hemos tenido este impacto hasta que han llegado al parlamento de Andalucía. Ahí fue el susto. Esta ultraderecha nuestra no ha salido del franquismo. Pero no me extrañaría nada que hubiera una alianza del fundamentalismo religioso como contraofensiva. Y ahí está por Europa organizando movimientos este Steve Bannon que estuvo en la órbita de Trump.
– ¿Por qué convence a tantos hombres este discurso, en todas las clases sociales?
– Ahora hay algunos hombres feministas –afortunadamente, porque antes no había–, pero la gran mayoría se siente atacada por las conquistas feministas, porque nadie renuncia voluntariamente a sus privilegios. Muchos no tienen en su imaginario que las mujeres estén en igualdad con ellos. La sociedad sigue reproduciendo una estructura central de relación entre hombres y mujeres que es de dominación. Muchas chicas jóvenes se dejan dominar: sabemos por ejemplo, que los novios las vigilan por el móvil, les dicen que lo hacen por amor, los celos y todo este tipo de cosas. Tengo la idea de que el feminismo ha avanzado más en el ámbito público político que en el ámbito privado.
– “¿Quién hay en el espejo?” hace una lectura crítica de destacados pensadores contemporáneos, desde una posición feminista. ¿A quién salva el libro?
– Este es un libro de diálogo filosófico con todos ellos, para ver qué ideas son o no conciliables con un proyecto de emancipación como es el feminismo. Hago una lectura de dos autoras a las que considero totalmente feministas, Chantal Mouffe y Rita Laura Segato, si bien mi reflexión es que utilizan el feminismo de una manera subsidiaria. De un lado, Chantal Mouffe lo inserta en otros movimientos sociales de resistencia. Yo, sin embargo, sigo pensando que es necesario un movimiento feminista específico. Y Rita Laura Segato, que se sitúa en el feminismo decolonial, lo supedita a su visión comunitarista. Es decir, a la vuelta a un orden expoliado por el colonialismo, responsable de la imposición de un patriarcado duro. Eso me parece una idealización de las comunidades precoloniales indígenas, no creo que haya habido una forma del patriarcado dura y otra blanda: creo que siempre ha sido duro.
“Ahora que el feminismo está volviendo a ser un movimiento emergente necesita de un sujeto fuerte”
–Aún así, según el libro, “las salva”…
–¡Totalmente! Luego, hay otros autores que no son prioritariamente feministas pero que se pueden utilizar para el feminismo. Hago una relectura de Hannah Arendt, de Michel Foucault, de Pierre Bourdieu, de Sarah Kofman, todos ellos nos dan herramientas. Por ejemplo, el análisis del poder de Foucault. Y luego hay algunos autores que considero que no son nada conciliables con un proyecto feminista: es el caso de Jacques Derrida, Gilles Lipovetsky, Paul B. Preciado. Las tesis de Preciado en el “Manifiesto contrasexual” y el “Testo yonki” son otra teorización que no ayuda a la reivindicación feminista.
– Has enunciado un tercer análisis: quiénes protagonizan la cuarta ola.
– Sí, eso es precisamente de lo que trata mi conferencia en las Jornadas Clara Campoamor, sobre quién es el sujeto político del feminismo.
–¿Y quién es el sujeto político del feminismo?
– Yo defiendo que el sujeto político del feminismo tienen que ser las mujeres.
– Sí, pero los problemas vienen luego, cuando vemos cómo las definen, unas y otras.
– Por mujer entiendo el referente que ha padecido la opresión y la exclusión patriarcales. A partir de ahí, defiendo, pese a las críticas que he tenido por todas partes, que las luchas identitarias contra lo que llaman el heteropatriarcado se tienen que aliar con el feminismo en su interés común. Pero una cosa es que se alíen y otra es disolver el sujeto político del feminismo en esas luchas. Ha habido un debate teórico que ha calado en el que se habla de “deconstruir el sujeto político mujeres”. Hasta tal punto que hay quien enumera los sujetos políticos del feminismo: los hombres, los gays, transexuales, bisexuales… y no menciona siquiera a las mujeres. A mí me acusaron de tránsfoba por decir estas cosas. Pero insisto: el sujeto prioritario de la política feminista son las mujeres. Ahora que el feminismo está volviendo a ser un movimiento emergente necesita de un sujeto fuerte. Por eso mi idea es estabilizar y no dejar que se disuelva. Se trata de sumar, no de suplantar.
“Las mujeres en primera fila de la ultraderecha son excelsas representantes del patriarcado”
– Hay feministas que consideran que la mujer es la hembra humana, en una referencia a Simone de Beauvoir –“se trata de saber lo que la humanidad ha hecho con la hembra humana”–. De otra parte y hace solo unos días, la pancarta de la manifestación en Verona contra la ultraderecha decía “Città transfemminista”.
– Como decía Germaine Greer, la biología no es destino. No creo en una determinación biológica. Pero sí que cuando naces mujer tienes unas experiencias de opresión y exclusión que no pueden ser compartidas si no has nacido categorizada como tal. No se puede trasladar así como así. Yo creo que las mujeres trans pueden estar con la lucha feminista, pero la lucha feminista no es identificable con la lucha trans. Porque las sexualidades no normativas lo que impugnan es el heteropatriarcado, el sistema de dominación heterosexual. Eso es reductivo, porque el patriarcado es además dominación política y económica. Y el feminismo tiene que impugnar al patriarcado en toda su complejidad. Incluso una estudiosa reciente, Susana López Penedo, que analiza la teoría queer –que como dice ella es heredera de su tiempo–, afirma que está reforzando el orden neoliberal.
“Lo que llamamos teoría queer no puede transformar económica ni políticamente el patriarcado”
– ¿Cómo lo refuerza?
– Ella dice que lo refuerza porque se queda en la reclamación individual de la libre elección sexual. De forma que está en la misma idea de libertad que el neoliberalismo nos quiere vender. Lo que llamamos teoría queer no puede transformar económica ni políticamente el patriarcado. Yo estoy de acuerdo con esta crítica. El feminismo tiene que ir más allá.
– La iglesia católica, la mentalidad ultraconservadora, sostienen que puede “reorientar” a las personas homosexuales…
– Sí, como ahora, en el obispado de Alcalá. Los quieren reconducir, eso es una violencia más sobre un sujeto, a partir de su idea de lo que es pecado. Porque la iglesia católica mantiene una fuerte impronta por la heterosexualidad y la necesidad reproductiva. Eso es una ideología.
– Hay también una dimensión identitaria: “soy esto” o lo otro. Este triángulo variable identidad-deseo-cuerpo genera un debate a veces confuso, incluso en los términos.
– Por eso hay esas etiquetas, como la de mujeres “cis”. Te diría lo que dice Celia Amorós: hay que encaminarse a la supresión de los géneros en una sociedad no patriarcal, de individuos, no de géneros. Amorós dice que el sistema género-sexo es igual a patriarcado: implica la pertenencia a un grupo social femenino como seña de identidad, pero esa seña de identidad no existiría si no hubiera un sistema que la produce. En ese sentido el género seríamos las mujeres, en tanto que los varones aspiran al ser humano, se arrogan la universalidad. Eso no es lo mismo que propugna Judith Butler: su idea es romper con el binarismo a través de la multiplicación de las identidades de género. Son posturas radicalmente opuestas. Butler viene a decir también que el sexo y el género son construidos. No niega que haya una base material, el cuerpo, pero piensa que incluso el cuerpo es construido en su diferenciación sexual, se asignan estilos y gestos a lo femenino y a lo masculino. Para ella, cualquier cuerpo puede tener cualquier identidad sexual. Butler dice que lo que somos fundamentalmente como sexo y género es la performatividad, la puesta en acto.
– No obstante, esta proliferación de los géneros da discurso a muchas personas que se sienten queer.
– Por supuesto, cuando Butler escribe “El género en disputa” está interesada en una cosa encomiable: dar dignidad a las minorías sexuales. Eso es importante. Porque efectivamente esas minorías han estado marginadas, machacadas. Hay que acabar con esa discriminación. Pero no pienso que eso sea esencialmente el proyecto feminista, que es de transformación, a nivel planetario. Algo tan fácil de enunciar y tan difícil de hacer como es erradicar el patriarcado.
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