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Los pelos y las mujeres

Por Rosa Regás

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Es sorprendente que un hombre tan docto como Vicente Verdú, capaz de escribir a todas horas sobre temas tan distintos como literatura, cine, arquitectura, diseño, viajes, moda y los mil aspectos de la sociología, desconozca tan profundamente lo que son los derechos humanos.

En su última columna en un diario progresista que versa sobre la similitud entre «un hombre feminista» y «una mujer barbuda» se hace patente que desconoce la Declaración de los Derechos Humanos, de la que, por supuesto, no ha leído ni la primera página:

«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos», una igualdad y una libertad que lo mismo valen para los blancos que para los negros, para los católicos o los judíos que para los musulmanes, para los ricos que para los pobres, para los hom bres que para las mujeres. Así son los derechos humanos. No excluyen ni a las mujeres, supongo que para escándalo de los machistas.

A lo largo de nuestra historia de defensa de los derechos humanos, que con tanto cinismo han hecho suya los poderosos de la Tierra y los más enfurecidos racistas, machistas o integristas de diversas religiones, han sido muchos los ciudadanos que con su pluma o su trabajo han colaborado a que, por lo menos, el mundo en que vivimos fuera adquiriendo conciencia de la profunda injusticia que han sufrido tantos colectivos de nuestras sociedades desde tiempo inmemorial.

Son pocos, porque la mayoría o callan o, como el señor Verdú, muestran su lado más infantil y perverso, pero su trabajo es imprescindible porque, en su lucha por la igualdad, los esclavos, los inmigrantes, los perseguidos por la religión o la política, los miserables de la Tierra, los encarcelados y las mujeres de todos los países y razas, han encontrado un apoyo moral, material e institucional sin el cual esta lucha sería mucho más difícil.

Entre ellos están los «hombres feministas», estas «mujeres barbudas» que tanto ofenden al señor Verdú pero que, por si no lo sabe, son los que creen en la igualdad en dignidad y derechos entre hombres y mujeres.

El menosprecio y la burla con que en los primeros años del siglo XX se juzgó y martirizó a las primeras feministas, las sufragistas que pedían el voto, ya no es de recibo, señor Verdú.

Y el machismo que rezuman sus palabras es a mi modo de ver vergonzoso. Aunque bien podría ser que yo me equivocara y lo suyo no fuera más que una confusión muy extendida y lamentable: la que le lleva, como a todos los machistas, a confundir los pelos con las ideas. www.rosaregas.net



2004-07


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