Pioneras en una sociedad conservadora, no siempre reciben la compresión de sus familias y rozan la ilegalidad
Susana Samhan / EFE
Son lesbianas, árabes y musulmanas, y no tienen pelos en la lengua para hablar de su homosexualidad.
Pioneras en una sociedad conservadora como la egipcia, no siempre reciben la compresión de sus familias y rozan la ilegalidad.
"En Egipto, hay dos tipos de lesbianas: las auténticas, que nacen así, y las que se convierten en lesbianas estando casadas, frustradas y aburridas de sus maridos, o incluso chicas jóvenes que todavía esperan a casarse", cuenta Jana.
Jana, Nadine y Dalia, todos ellos nombres falsos, son lesbianas "de nacimiento", egipcias y musulmanas.
Aunque pareciera complicado ser mujer y homosexual en un país árabe, dicen que no tienen problemas a la hora de ligar porque hay muchas lesbianas en Egipto y especifican que lo que más abundan son "mujeres cansadas de sus maridos que buscan divertirse y disfrutar con el sexo". Son "mujeres cansadas de sus maridos que buscan divertirse y disfrutar con el sexo"
En el metro, en la calle, en las tiendas, "por todas partes pueden encontrarse lesbianas aquí", enumera Jana, mientras explica que deben ser cuidadosas para que no las descubran porque no están aceptadas socialmente y pueden ir a la cárcel, aunque la ley egipcia no prohíba explícitamente la homosexualidad.
"Hay una norma sobre comportamiento indecente en la vía pública -aclara Nadine. En principio, fue creada contra la prostitución pero también se emplea contra los homosexuales".
Dalia, que lleva hiyab (velo que cubre el cabello), cumple con uno de los perfiles más extendidos entre las lesbianas egipcias. Casada y con dos hijos confiesa que no tiene trato carnal con su marido desde 1994 y, aunque asegura que nació homosexual, no "salió del armario" hasta ya casada.
El boca a boca es esencial para la supervivencia de una sohakiya (lesbiana en árabe), así como tener conexión a Internet, porque "existen correos electrónicos con los contactos de lesbianas de todas partes del mundo a través de los cuales se puede conocer a gente nueva", comentaJana.
A la hora de practicar el sexo, las lesbianas egipcias afirman que no lo tienen más difícil que en otras partes del mundo, siempre y cuando guarden las apariencias.
"Mi novia se quedó un mes en mi casa y estuvimos durmiendo juntas en mi habitación, sin que pasara nada -recuerda Nadine. Mi madre siempre llama a la puerta de mi cuarto antes de entrar".
Pese a que han roto muchos tabúes, la familia y los amigos siguen siendo una de las asignaturas pendientes:
"Los únicos que lo saben en mi casa son mi madre y mi hermano, que dejó de hablarme por un año cuando le conté que era lesbiana, aunque ahora ha vuelto a dirigirme la palabra", indica Jana, quien afirma haber perdido amigos por haberse confesado homosexual.
Para ellas, buena culpa la tienen las interpretaciones erróneas del Islam.
"Es una religión del perdón, de la compresión y extremadamente flexible", afirma Nadine, que dice no creer en otras interpretaciones.
Jana, que asegura haber leído el Corán entero, también asegura que el libro sacro no condena la homosexualidad, del mismo modo que se limita a "recomendar" y no obligar el velo.
"Tan sólo hay un versículo en el que se habla de hombres que estaban practicando el sexo unos con otros y no hacían caso a sus mujeres, por lo que Dios los maldijo y decidió inundar la ciudad (de Sodoma)", relata Jana.
Nadine, Jana y Dalia señalan que la situación es mejor en el Líbano, donde hay bares exclusivos para gays y lesbianas, y mucho peor en otros países como Arabia Saudí.
"En Arabia Saudí la forma de contactar con otras lesbianas es llamar a un número de teléfono al azar y si contesta una mujer es que es lesbiana, porque se supone que ellas no pueden responder al teléfono, sino los hombres", dice Jana.
Por su parte, en Egipto, aunque no es un país tan conservador como Arabia Saudí, no hay locales que se anuncien sólo para homosexuales, pero sí puntos de encuentro conocidos solo por ellos, entre los que hay hoteles, restaurantes y hasta peluquerías.