Por Carmen Castro
Sobran razones para el plante ciudadano que ayer, 25 de septiembre, se hizo explícito en la acción de ‘Rodea el Congreso’. No es el primero ni será el último, a la vista del despotismo con que nos gobiernan. La buena salud del proceso de reactivación ciudadana que se alimenta de la rabia contenida ante la represión policial hace que a pesar de las 64 personas heridas y otras 35 detenidas #SinMiedo25S se haya transformado en #Volvemos26S.
Un evidente aviso de que el hartazgo social ha sobrepasado los límites en España.
Con lo recogido hoy por la prensa internacional y nacional se podría escribir el correlato de cómo hay quienes intentan tregiversar la realidad criminalizando un ejercicio, no violento, del derecho de ciudadanía. La policía secreta infiltrada en la manifestación sirvió de mecha para la carga policial desproporcionada de ayer que tuvieron lugar antes de las 21.30 horas, hora límite de la autorización concedida por la Delegación del Gobierno.
La multitud de personas respondieron a estas cargas policiales con gritos de “¡No tenemos miedo!” y “¡Estas son nuestras armas!” mientras mostraban sus manos alzadas.
Frente a quienes intentaron minimizar la utilidad de esta convocatoria es importante recordar que: es el mismo germen que en Islandia alimentó el proceso de Asamblea Constituyente; enGrecia mantiene la llama de la movilización fruto del desencanto y el sufrimiento social provocado por las políticas de la troika europea; y es también la misma semilla de resistencia en Portugal consiguió, con las masivas manifestaciones del #15S, que el gobierno de Passos Coelho retrocediese en su propuesta de drástica reducción salarial.
El transfondo de estas movilizaciones ciudadanas es el mismo y surge del guión ya conocido de las contrapartidas exigidas por la troika para el ‘rescate’ de cada país:
El dolor brutal inflingido a la población con las políticas de austeridad excesiva
La falta de credibilidad y legitimidad de un gobierno, más interesado en satisfacer la voracidad de la oligarquía financiera que de responder a las necesidades e intereses del bien común de su ciudadanía.
– La perplejidad y frustración ante el secuestro de la democracia y el desmoronamiento del estado social en favor de la lógica de la especulación financiera.
Por mucho que haya quienes pretendan lo contrario, el derecho a la manifestación y a la desobediencia civil forma parte del catálogo básico de derechos de ciudadanía: y quien no pueda vivir con ello, que se lo haga mirar.
Y por cierto, me inclino ante el comportamiento y el comunicado del ejército Portugués que explícitamente apoya las manifestaciones de descontento de la ciudadanía y rechaza cualquier tipo de represión sobre ésta.
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