La violencia contra la mujer se ejerce como un aviso de “aquí mando yo” en la era de la globalización
Sólo desde una cierta perspectiva globalizadora se puede captar la estructura de diversas relaciones entre grupos a diversas escalas y en diferentes dimensiones. Quizás ha hecho falta alcanzar el punto de vista de la globalización para identificar las modalidades de las relaciones de poder entre los grupos, los géneros a nivel micro y a nivel macro. Sólo así puede saber más de si misma la especie bisexuada y culturizada que somos los humanos.
Manuel Castells identifica en el proceso de globalización neoliberal una “lógica excluyente” a la que se refiere con la metáfora de los “agujeros negros” del capitalismo informacional. Distingue entre los “trabajadores genéricos”. No hará falta insistir en que los que van a parar a los “agujeros negros” son los genéricos, los que carecen de cualquier especialización, y los caracterizados por esta carencia, si vale decirlo así, pertenecen al sexo femenino. Las maquilas son violeta y los hackers predominantemente rojos.
Lourdes Benería ha señalado el papel desempeñado por los Estados en la imposición de desregulación de los mercados en que el proceso de globalización consiste, por paradójico que ello parezca. Y son particularmente notables los cambios en la fundación de las fronteras: ciertos controles fronterizos desaparecen para determinados flujos de capitales al mismo tiempo que se refuerzan para los trabajadores inmigrantes. Resulta particularmente significativo desde el punto de vista del género el hecho de que las comunidades culturales, en el marco del Estado-nación, intenten imponer sus normas culturales propias: así, determinados colectivos musulmanes presionan para imponer la sharia para su grupo en países no musulmanes. Y no hará falta insistir en que aquí, especialmente, “cultura” tiene nombre de mujer.
Se ha acuñado el nombre “los nuevos bárbaros del patriarcado” para hacer referencia a la especificidad de la violencia sexista en la era de la globalización. Esta modalidad macabra de violencia tiene que ver con el “Estado paralelo” que en determinadas zonas del planeta instituyen las mafias. Sembrar cadáveres de mujeres, previamente secuestradas, violadas colectiva y ritualmente y estranguladas en las orgías y “asesinatos de juerga” que se celebran en los ranchos es, como lo interpreta Rita Segato, estampar una firma que se descifra en clave de “aquí mando yo”. Esta carne cadavérica de mujer joven, morena, respondiendo a un mismo tipo, delgada, trabajadora de la maquila, cosida al territorio, que no sepultada, muestra que “esta zona es mía”, que estamos ante el símbolo y la parte de un Estado paralelo.
Publicado en Babelia. El País 26/01/2013
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