Maricel Chavarría/Josep Playà. La Vanguardia
La prostitución visible en las calles de las ciudades o la que se ejerce en los clubs - en la línea de la reforma legal que impulsa el Govern- es sólo la punta del iceberg de un siniestro mundo donde impera el delito. El que está considerado el negocio más lucrativo del mundo se vertebra esencialmente a partir de redes transnacionales de tráfico de personas: de mujeres y niños. La clásica prostituta nacional controlada por un chulo o macarra - que aunque podía ejercer la violencia con ella no formaba parte de ninguna red internacional de trata- ha dado paso a la inmigrante secuestrada. En una España con mayor igualdad de sexos y mejores condiciones para la mujer, el cada vez más boyante mercado del sexo se nutre sobre todo de mujeres de países del Sur o del Este. Es el precio que pagan por entrar en Europa, aunque algunas ni siquiera saben que han venido a eso: una vez aquí, se convierten en esclavas sexuales, en secuestradas obligadas a pagar una deuda contraída a cambio del pasaje y los papeles... La trata es hoy más rentable que el tráfico de drogas. No sólo económicamente; también en lo penal: el mínimo de cárcel por traficar con drogas son nueve años; cinco por trata.
"Tanto las que son captadas con engaño como las que saben a lo que vienen desconocen las condiciones en las que van a estar aquí: secuestradas, golpeadas, obligadas a rendir cuentas a diario", indica María José Barahona, profesora de Trabajo Social de la Universidad Complutense, analista de la prostitución en España. "La mayoría están secuestradas, sin libertad de movimiento ni de pensamiento, pues los clubs las cambian cada cierto tiempo para que no intimen con los clientes que ocasionalmente puedan buscarles otra salida ocupacional".
La mayoría de los estudios sobre prostitución indican que muy pocas mujeres dicen elegir ellas mismas esta ocupación. En España, pese a que poco más de un 1% de las mujeres controladas que trabajan en centros de prostitución han presentado alguna denuncia por explotación o tráfico de mujeres, se considera que la mayoría lo hacen presionadas. La Guardia Civil asegura que muchas inmigrantes llegan a España sabiendo que van a trabajar en negocios sexuales, lo que no quiere decir que tengan otra opción o puedan escaparse cuando quieran. De hecho, en las encuestas apenas un5% de las mujeres dice ejercerla voluntariamente y no tener intención de dejarlo.
La realidad que presenta el director Fernando León de Aranoa en Princesas, donde apenas aparecen proxenetas, es la anécdota dentro del conjunto: hoy las prostitutas pueden trabajar en la calle o en locales cerrados, en clubs o pisos clandestinos, pero la mayoría ha de devolver un dinero o ha saldado la deuda y sigue ejerciendo con la ilusión de ganar algo.
Y no se trata sólo de mafias ultraorganizadas: esta semana se celebra en la audiencia provincial de Soria un juicio a tres proxenetas que operaban por su cuenta con unas 20 brasileñas en clubs de Zaragoza, Segovia y Soria.
Según Liliana Marcos, de Acción para Mujeres en Situación Precaria (Afesip), las formas de extorsión varían según el país de procedencia. "Las nigerianas - dice- están controladas por pequeñas mafias de su país a través del vudú, aprovechando que son vulnerables y necesitan salir de las desigualdades Norte/ Sur, mientras que las mafias del Este son ultraviolentas. En Rumanía, por ejemplo, se anuncian en prensa para recolectar en el campo y sólo cogen a las chicas que les interesan".
La red latinoamericana no es tan visible ni agresiva como la del Este o la subsahariana, añade María José Barahona: "Los subsaharianos han aprendido de los del Este y ahora van más allá de la amenaza psicológica y operan castigos físicos". Un estudio de la Coalición Internacional contra el Tráfico de Mujeres (CATW) en el 2002, realizado en cinco países, mostraba que el 80% de las entrevistadas sufrieron violencia física por parte de los proxenetas. Se ejercía tanto para iniciarlas en la prostitución como para amenazarlas y garantizar su dominación. Las mujeres que gozaban de la protección de algún establecimiento sexual matizaban ese apoyo, porque en ningún caso quedan protegidas cuando están en la habitación. Incluso aseguran que, en los casos en que hay cámaras de vigilancia, el objetivo es proteger al establecimiento. Otro estudio de la CATW en EE. UU. reflejaba esa desprotección: un 47% decía que los hombres esperan tener sexo sin condón y un 73%, que éstos ofrecen pagar más para tener sexo sin condón.
Una exigencia difícil de rechazar cuando el pago de la deuda contraída se ha convertido en la herramienta de extorsión. La deuda de una subsahariana está en torno a los 45.000 euros, y unos 60.000 para las mujeres del Este. "Hace unos años, las chicas podían ir pagando según podían a la red de tráfico, pero ahora se les exige un dinero a diario, con lo cual se ven obligadas a intensificar su trabajo o bajar precios para conseguir un cliente en un mercado con mayor competencia. Al final - señala Barahona- pueden hacer el completo por 20 euros, porque hoy hay que alcanzar los 250".
La oferta de sexo en España aumenta al ser la demanda cada vez mayor. Y con más requisitos que los proxenetas acatan: Se necesitan rubias por exigencia del cliente, se lee en los anuncios. Barahona indica que, a mayor oferta, más se tarda en saldar la cuenta, pero no por una cuestión de rivalidad, sino porque "si el producto tiene demanda, lo encareces". "Pero, ¿para qué vas a cobrar más al cliente pudiendo cobrarle más a ella por su libertad?".
Un estudio de Barahona refleja la transformación del panorama de la prostitución en España. A finales de los ochenta, las prostitutas en las grandes ciudades españolas eran aún mujeres del país llegadas del ámbito rural con el propósito de trabajar en el servicio doméstico. Muchas eran madres solteras, expulsadas de su familia, de modo que, si no ejercían para una pareja que era el chulo,lo hacían para mantener a los hijos. "Entonces empezaron a aparecer las drogodependientes, que rivalizaban con las clásicas: bajaban precios, robaban... necesitaban costearse la adicción y con ello casi desapareció la prostituta clásica".
"Es en 1994 cuando en Madrid aparecen muchas mujeres negras en la calle, procedentes sobre todo de Nigeria y Liberia que huían de la guerra civil religiosa. Algún alma bondadosa las recogía tras pasar meses en el barco, les quitaba lo poco que tenían y las llevaban a un piso... al cabo de tres días empezaban a hacer la calle para la red". Éstas saldaban la cuenta en poco más de un año. Por entonces, las latinoamericanas ya eran las principales trabajadoras de clubs, donde se hace caja con las copas y es necesario dar conversación al cliente y ser cariñosa (las subsaharianas eran más rudas). En 1998 irrumpieron las del Este, que eran más jóvenes, con gran apariencia física y habilidades de comunicación. Y sus redes marcaron claramente un territorio.
El 80% de las prostitutas en España son inmigrantes. Un estudio realizado en Galicia indicaba que el 90% de las colombianas que allí ejercen no tienen papeles, así como el 73% de otras nacionalidades. Y muchas de ellas son perseguidas por su situación irregular, pero no pueden ser legales porque no tienen un trabajo reconocido. ¿Acaso reconocerlo es una solución?
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