Por Elena Valenciano, Ramón Jauregui, Mariví Monteseirín y Maribel Montaño
Elena Valenciano/Eurodiputada
Ramón Jáuregui/Diputado
Mariví Monteseirín/Pvoz de la Comisión Mixta de los derechos de la Mujer
Maribel Montaño/Secretaria de Igualdad del PSOE
Texto publicado hoy en los diarios deportivos MARCA, El mundo deportivo y Penalty.
¿Tenemos que admitir, que el fútbol es una afición que, en determinadas ocasiones, va unida al sexo y al alcohol? ¿Es inevitable que un acontecimiento deportivo masivo, como fueron las olimpiadas griegas o será el mundial de fútbol de Alemania, vaya irremisiblemente acompañado de un exponencial crecimiento de la prostitución? A la vista de las informaciones y de las estadísticas, así es. Algunos aficionados al fútbol, acompañan su pasión deportiva identitaria, con una liturgia del ocio, que nunca falla. Si el equipo gana...para celebrarlo, si pierde...para consolarnos. No es extraño por ello que, en un país como Alemania, en el que se ha decidido legalizar y regular la prostitución y ante el mundial de fútbol del próximo mes, se haya disparado la oferta de sexo pagado, hasta un extremo que reclama una seria reflexión.
A muchos, la prostitución les parece una indignidad humana. Pero es una práctica tolerada porque hay un ámbito privativo de la libertad y de la intimidad personal, que resulta inviolable, cualquiera que sea el prisma ético-moral con el que se analice esta vieja y poliédrica cuestión. Pero nuestra denuncia surge de dos hechos que nos parecen intolerables.
De una parte, nos repugna la invasión de la prostitución, por un mercado indecente, mezcla de proxenetismo y de explotación humana, que ofrece, sexo al por mayor, junto al estadio. Cientos de cabinas funcionales e higiénicas, y cientos de mujeres a elegir, como en las estanterías de un supermercado. Grandes hipers del sexo para que todos, jóvenes y mayores, españoles o australianos, con mucho o poco dinero, encuentren en una oferta ilimitada, el producto (la mujer) adecuado/a. Es una nueva industria. Son los megaburdeles en el corazón de Europa, mostrando el espectacular triunfo de un capitalismo desalmado que penetra los más íntimos deseos del consumo personal y al que no le importa nada comerciar con personas adultas o menores.
No, no pretendemos resolver, en estas líneas al viejo debate sobre si la prostitución es un mal necesario o un insoportable atentado a la dignidad humana. Simplemente queremos gritar, como muchos europeos, que comprar sexo no es un deporte y que el deporte debería reaccionar contra esta ecuación indecente.
De la otra, nos aterra el gigantesco delito que contemplamos cada día con cínica frialdad. Miles de mujeres son objeto de un tráfico mercantil, en el que se prostituye a la fuerza. La prostitución no se elige, se soporta para salir de la pobreza, para poder emigrar, para poder vivir, quienes tienen la desgracia de nacer en países sin futuro. Cerca de cincuenta mil mujeres han sido contratadas en los países pobres del Este de Europa. Muchas creen que serán camareras o limpiadoras de habitaciones de hotel, pero acabarán en “Artemis”, el eros-center de Berlín ó en cualquier tugurio de luces rojas. Hace un par de siglos, los negreros recorrían la costa africana llevándose esclavos a América. Hoy los emisarios de los proxenetas recorren los pueblos de Moldavia y de Rumanía, buscando jóvenes mujeres. ¿Hay mucha diferencia?. El tráfico con mujeres es un delito tan execrable como masivo. ¿Creen ustedes que sería posible ese tráfico si se tratara de armas? No, lo que ocurre es que lo aceptamos porque lo utilizamos. No nos escandaliza porque somos nosotros quienes demandamos esa oferta que nos facilitan las mafias del sexo. “Es intolerable que en el corazón de Europa se organice un mercado de esclavos y es todavía más grave que eso se produzca en la mayor fiesta deportiva del planeta: la Copa del Mundo” ha dicho Ségolène Royal, la dirigente socialista francesa, poniendo voz a millones de mujeres europeas.
¿Podemos hacer algo? Podemos y debemos. Quienes firmamos este artículo, hemos presentado una proposición no de ley en el Congreso de los Diputados instando al Gobierno de España a firmar y ratificar el Convenio del Consejo de Europa de 3 de mayo de 2005 para la acción contra la trata de seres humanos. Hemos exigido al gobierno un informe sobre sus actuaciones en materia de tráfico de mujeres con fines de explotación sexual y en lo que se refiere al Mundial de Alemania, hemos pedido dos cosas: a la Federación Española de Fútbol y al Consejo Superior de Deportes, que elaboren un Plan de actuación para acabar con las actividades asociadas entre fútbol y prostitución y para que realicen una campaña informativa con los medios de comunicación deportivos y con los profesionales del fútbol, con objeto de denunciar el fenómeno del tráfico de mujeres con fines sexuales.
¿Es eso todo? En última instancia, es a cada uno de nosotros a quien corresponde posicionarse frente a este fenómeno, y especialmente a los “clientes” que participan e incrementan el mercado de mujeres esclavizadas con conocimiento de causa. El debate hoy no es entre la legalización de los servicios sexuales y su prohibición pura y simple. El problema de hoy es que la dicotomía autorización/prohibición está atravesado por un problema dramático: la trata de mujeres para su prostitución. Ese es el problema que ha saltado alarmas y que reclama una acción urgente de los gobiernos dignos. Pero, a la postre, no se equivoquen, tenemos un dilema de moral social y de ética personal para decidir si una sociedad digna debe admitir, ó no, una práctica que genera el viejo y odioso delito de la esclavitud humana.
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