Por Mercé Molist
Amaya Rodrigo es una leyenda en la comunidad hispana de software libre. Es madrileña, de 30 años, y administradora de sistemas en el Ministerio de Administraciones Públicas. Fue la primera mujer desarrolladora de Debian (una distribución del sistema operativo libre Linux) en Europa; también cofundó Debian Women y ha estado dos años en la junta de Hispalinux.
Amaya estudiaba Filología Inglesa cuando descubrió la informática: “Allá por 1998 recibí un spam por primera vez y empecé a mirar cabeceras de correo y preguntar cómo funcionaba la red. Todo lo aprendí sola, aunque bien arropada por una comunidad de usuarios de Linux. Hasta que me ofrecieron trabajo en una puntocom y dejé la carrera”.
Los niños primero
Su desventaja es haber llegado tarde: “En mi casa veían el ordenador como una pérdida de tiempo bastante cara, aunque yo quería uno desde que tengo uso de razón. Tuve que esperar a trabajar y comprarlo con mis ahorros. Empezar tarde lo dificulta todo. Tengo amigos que programaban cuando eran pequeñitos, sobre todo porque tenían un rol en casa”.
El retraso en el inicio es uno de los elementos más importantes para justificar esa diferencia entre sexos, según el estudio de la Universidad de Cambridge: “Las mujeres suelen entrar más tarde en este mundo”, reconoce el estudio. “Ellos empiezan a usar ordenadores a una edad media de 12 años, y ellas a los 14,5. Ellos tienen su primer ordenador a los 15 años, y ellas a los 19. Por tanto, las mujeres tienen mucho más trabajo para ponerse al día y, además, deben llevarlo a cabo en un entorno que valora exclusivamente el autodidactismo".
Ese machismo social ha acompañado en el trabajo a Amaya Rodrigo: “En multitud de ocasiones me ha ocurrido que, al atender la llamada de un cliente con una emergencia técnica, me ha pedido que le pasara con un técnico porque, por supuesto, al ser mujer yo era la telefonista”.
Otra anécdota: “Tenía que decidir qué cabina de discos externa debíamos adquirir en la empresa y fui a la feria SIMO. Iba con dos compañeros de trabajo y, cuando yo preguntaba algo al vendedor, me daba la espalda y contestaba a mis compañeros.
Me disgustó también la cantidad de modelos semidesnudas, que dejaban los roles bien definidos: aquí la mujer viene a adornar”. Amaya Rodrigo se declara “completamente de acuerdo” con el estudio de la Universidad de Cambridge.
Sexismo en la vida real
“La mayoría de las chicas programadoras no destacan, se conforman con tareas menos reconocidas”. En su caso, dice no haber tenido problemas. “Debian Women tuvo una acogida fenomenal en la comunidad. El sexismo peor ha sido en la vida real. Me he sentido desde sola hasta rara avis, y me he llegado a preguntar qué tendría de raro, para estar tan interesada en estas cosas ‘de chicos”.
Pese a todo, Rodrigo es optimista: “Somos muy pocas, aunque cada día más. Si con Debian Women hemos conseguido aumentar la visibilidad de las mujeres y crear algún rol con el que las chicas se puedan identificar, ya hemos hecho mucho, porque se normaliza que haya mujeres en estos ámbitos. Cosas tan tontas como que no te den una camiseta como un camisón denota que es cada vez más normal que haya chicas en la informática”.
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