CRISIS ECONOMICA Y DESEMPLEO

La guerra y las sanciones han provocado un fuerte deterioro del empleo regular. Casi todas las fuentes de empleo quedaron paralizadas durante la guerra y los conflictos internos que hubo después. No se ha podido producir una rápida recuperación debido a la destrucción de las industrias, de los sistemas de energía y de comunicación a consecuencia de la guerra y al desabastecimiento de piezas de recambio por culpa del bloqueo. Mucha gente ha tenido que buscar otros empleos debido a la drástica reducción de los ingresos reales de los empleos regulares y de las pensiones. La gente ha tenido que endeudarse y malvender sus bienes para poder comprar alimentos básicos y completar los ingresos de fuentes de empleo alternativas.

Como cuenta Alia, una mujer de Amara de 35 años de edad, al hablar de la situación de las familias en su barrio "los hombres vuelven del ejercito y las mujeres tienen que vender sus joyas de oro. Mi vecina tuvo que venderlas para conseguir 2.000 dinares para que su marido pudiera abrir una tienda".

Muchas mujeres, únicos miembros de la familia que aportan ingresos, tienen graves dificultades para alimentar a sus hijos. Eso es lo que nos revela la historia de la madre de Hadeel, una viuda de 45 años que mantiene desde hace 16 años a sus cuatro hijos vendiendo verduras. Es un duro trabajo cotidiano, al final del cual cunas veces gana cinco dinares y otras diez. Cada mañana, a las 4,30 acude con otras cuatro vendedoras de verdura a una zona llamada Khamsameel que está a media hora de su casa en el barrio de Al Muraba de Basora. El viaje de ida y vuelta a Khamsameel le cuesta dos dinares y medio. Según sus posibilidades, esto es, la cantidad de dinero que haya ganado el día anterior, compra verdura por valor de veinticinco o de cincuenta dinares. Suele comprar más verduras de hoja verde y remolacha que cebollas, patatas o tomates que son demasiado caros. "Mi madre compra cada manojo de verdura a doscientos fils y los vende a doscientos cincuenta" dice Hadeel señalando los manojos. Al volver de Khamsameel se va al mercado que está a quince minutos andando llevándolos en una cesta sobre la cabeza. Si tiene suerte, puede encontrar un sitio a la asombra en el mercado abarrotado de gente y si no, se instala al sol. Hasta que no ha vendido toda la verdura no vuelve a casa, a eso de las ocho o nueve de la tarde y, a veces, sola. Ayer ganó cinco dinares. Durante la guerra de Bush no puedo vender, especialmente durante las dos últimas semanas de guerra y durante todo el mes en el que hubo disturbios... ¡se escondía debajo de las sábanas, muerta de miedo! Añade Hadeel sonriendo. "En esos días le decíamos que se suponía que tenía que protegernos pero ella nos decía que no podía evitar ponerse muy nerviosa al oír los aviones. Con miedo o sin él, mi madre tiene que trabajar porque el dinero que ella gana es la única fuente de ingresos que tenemos. Sólo tenemos a Dios y a nuestra madre para ocuparse de nosotros".

Hubo otras mujeres que tuvieron que rendirse ante las circunstancias creadas por las acciones y por la guerra y que no pudieron continuar. Tal es el caso de Krimha, una mujer de 36 años de edad que enviudó hace nueve años. Desde que murió su marido estuvo viviendo con sus seis hijos en casa de sus padres que fueron una gran ayuda para ella. Desde que consiguió un permiso del gobierno hace cuatro años, se dedica a hacer pan para bocadillos. "Solicité el permiso" explica " a través del director de la fábrica de trigo basándome en que era viuda, ya que este permiso sólo se concede a los pobres y a necesitados. Hay más de doscientas panaderas en esta localidad y muchas de ellas son viudas con hijos que alimentar. Antes de la guerra y de las sanciones con el permiso solía comprar un saco de trigo de 85 kgs. Por dos dinares setecientos cincuenta fils. En el mercado costaba medio dinar más caro. Cada mes utilizo de doce a quince sacos y para cocerlo suelo usar una bomba de gas al día. Acabo toda acalorada por el calor y el sudor. Me ayuda mi hermana casada, Yaze, ya que su marido solo gana veinte dinares al mes como soldado. Pero ¿cómo voy a seguir haciendo pan ahora? Un kilo de trigo cuesta entre dos dinares y medio y tres, y además falta el combustible. Hay que hacer cola durante mucho tiempo, a veces todo el día, para lograr la ración mensual de una bombona de gas al mes y en el mercado negro es demasiado caro". Karimha se levantó de pronto, fue a una habitación y trajo un saco donde ponía "50 kgs". Señalando el saco nos dijo: "he gastado mis últimos ahorros para comprar este saco de arroz que me costó doscientos dinares."

De distintas maneras las circunstancias de la guerra han impedido a las mujeres seguir con sus antiguos trabajos. Muchas historias como la de Siham y la de Wahida, lo confirman. Siham vive en Safwan, una ciudad pequeña de la frontera entre Irak y Kuwait con su marido, un maestro jubilado y sus siete hijas. La única fuente de ingresos que la familia tiene actualmente es la pensión del marido, doscientos dinares. "Antes de la guerra" dice Siham "solía coser para completar los ingresos familiares, pero ahora no tengo encargos. Desde el mismo momento que empezó la guerra no ha habido trabajo. Como Safwan es un punto muy estratégico, la mayoría de la gente huyó asustada y cuando volvieron se encontraron con que sus casas habían sido saqueadas y destruidas. Si la gente no tiene dinero para comer, ¿cómo va a encargar ropa nueva?"

La historia de Wahida es parecida: es una viuda de 55 años de edad que vive en Zakho una ciudad del norte de Irak en la frontera con Turquía. Durante la conversación Wahlida señalo: "desde que me quedé viuda a os 25 he trabajo de costurera para poder criar a mis hijos pero ahora por primera vez no tengo encargos. Además como en casa necesitábamos dinero urgentemente especialmente cuando mis dos hijos se quedaron sin trabajo, tuve que vender la máquina de coser. Llevo trabajando dos meses como mujer de limpieza en una oficina de la ONU que acaban de abrir. Pero ahora que soy mujer de la limpieza tengo un estatus social más bajo que cuando era costurera"" A diferencia de Wahida, la mayoría de las mujeres no han podido encontrar trabajos nuevos para reemplazar a los anteriores, lo que las ha hecho más vulnerables y dependientes de sus familias y vecinos. Muchas mujeres iraquíes han tenido que dedicarse a formas humillantes de ganar dinero para poder asegurar la supervivencia de las personas que dependen de ellas y así se han visto obligadas a transigir con las nociones tradicionales del honor y la vergüenza. Este es el caso, por ejemplo, de las mujeres que piden por las calles, completamente ocultas en el anonimato de la abaya, la prenda negra tradicional que cubre todo el cuerpo y con una mano extendida.

Algunas mujeres de la ciudad y de los pueblos cercanos a Mosul, en la provincia de Nínive, al norte de Irak admitieron haber oído decir que había aumentado la prostitución en esa zona y en Bagdad. Un funcionario del Ministerio de Comercio de Mosul lo corroboró al declarar: "los problemas sociales ha aumentado y la moralidad ha declinado. La gente tiene que venderse a sí misma para poder alimentar a sus familias" afirmó refiriéndose al parecer a las mujeres. Informes verbales han confirmado lo mismo en Basora. Sin embargo, la mayoría de las personas a quinas planteamos la cuestión indirectamente dijeron que no habían oído hablar de aumento de la prostitución. Dijeron también que tenían "Sharaf" respeto por ellas mismas, y que preferirían morir antes de pensar siquiera en hacerlo.

"Durante los diez años que duró la guerra con Irán no notamos nada, pero después de dos mese de guerra con Bush estamos sufriendo como nuca. Cada día es peor. Yo he tenido que vender todas mis joyas de oro, incluida la alianza. Como no era suficiente vendimos los muebles y los utensilios de cocina. Tuvimos que vender hasta el depósito de agua. Hace dos días mi hijo tuvo que pedir prestados mil dinares" afirma Majida Hamis, de 60 años y que vive en Bagdad.

Casi la mitad de las mujeres entrevistadas (el 48 %) ha tenido que pedir préstamos y un 55 % ha tenido que vender sus joyas y artículos domésticos (como la nevera, la televisión o los muebles) debido a problemas económicos.

Pudimos comprobar que lo primero que se venía siempre eran las joyas de las mujeres. En Irak cuando una mujer se casa recibe siempre oro de dote, lo que le garantiza su estatus social y su seguridad económica. Este oro asegura la participación de la mujer en las decisiones domésticas, en especial si se les pide que lo utilicen para hacer algún tipo de inversión. El hecho de que las mujeres se vean obligadas a vender su oro debido a la crisis económica que sufren las familias iraquíes es un índice evidente del grado de pobreza al que éstas han llegado. La mayoría de las mujeres entrevistadas afirmó haber vendido sus joyas para poder comprar productos básicos "Tuve que vender mi oro para poder compara harina de trigo para mis hijos" afirmó una de ellas. Tal y como ocurre en periodos de crisis, lo tuvo que vender a un precio muy inferior a su valor. Comprobamos que además de malvender el oro para poder cubrir las necesidades básicas, también lo vendían para que familiares desmovilizados del ejército, prisioneros de guerra liberados o aquellos que trataban de obtener una fuente de ingresos autónoma pudieran invertir el dinero en pequeños negocios o en comercios. Sin embargo muchas de las familias iraquíes habían agotado sus recursos económicos.

  • La comida y la subsistencia cotidiana.
  • La salud de las mujeres
  • Aspectos familiares y relaciones sociales
  • Consecuencias psicológicas
  • Crisis económica y desempleo