Existen hombres misóginos y antifeministas que aparecen siempre que se discute alguna ley favorable a las mujeres. Aquí y en todas partes. Hombres resentidos y reaccionarios que obstaculizan enormemente el camino hacia la igualdad real entre los géneros.
Algunos, con protagonismo mediático van de progres y se cuidan de oponerse muy abiertamente al discurso igualitario ofreciendo para ello una fachada "pro-feminidad". Sin embargo no pueden ocultar su indignación y resentimiento, que depositan ya no sólo en las mujeres feministas, sino también en otros hombres -los pro-feministas- , a quienes descalifican globalmente.
El artículo de contraportada de EL PAÍS del 26-6 parece mostrar esa estrategia. El mensaje que V. Verdú lanza desde un lugar destacado del periódico es simple y nada innovador, no obstante puede convencer a hombres -y mujeres- no sensibilizados a la problemática de la igualdad y la diversidad. Según Verdú los feministas no piensan por sí mismos, sino se transforman en una copia ridícula y falsificada de la mujer, en meros ecos de las "barbudas" feministas, y sobre todo, no entienden nada. ¿Quién lo dice: él?. De lo que se deduciría que para no dejar de ser hombres con ideas propias, mejor alejarse de las feministas (y del feminismo). Pues no. El feminismo es un movimiento que busca la igualdad y la equivalencia entre mujeres y hombres, y muchos hombres que nos nutrimos de él, hace tiempo que detectamos a los antifeministas que pretendiendo superioridad moral lanzan sus "verdades" que no son otra cosa que ecos de su intocada tradición machista.
¿Pensarán este tipo de hombres que puede ser una estrategia exitosa asustar al resto, con el falso argumento de que quien se acerca al feminismo y a las feministas terminará sin pensamiento propio a la sombra de las mujeres ?. Se equivocan. Y aunque ellos sean causa perdida para el pensamiento igualitario, por suerte el numero de hombres feministas están aumentando, con voz propia, en varios lugares de España y del resto del mundo. Y esto es así le pese a quien le pese.
Luis Bonino, DNI X-1031273E, Montesa 39, Madrid 28006. 913093771
José Ángel Lozoya DNI 22659426-X, Campamento 17 41018 Sevilla 954535421
Péter Szil, DNI X-0815180-Z, Apdo 2.216, Alicante 03080, 96 514219, szil@ctv.es
EL TEXTO DE VERDÚ
Por Vicente Verdú / El País 26-06-2004
Sólo es posible imaginar algo peor que un hombre feminista: la mujer barbuda. El hombre feminista -a menudo torpe o fracasado en la relación con la mujer- trata de congraciarse con las mujeres por el peor camino posible como es el de intentar copiarla. De esta manera, el hombre feminista resulta ser una réplica barata en la batalla de la mujer y, en consecuencia, termina convirtiéndose en su escudero. De ahí no pasa.
Deberá esperar que ella se defina otra vez para volver a definirse y encontrará, al cabo, su definición en ser aceptado como un elemento sin cabeza. Los hombres feministas se amoldan y las mujeres, con razón, recelan de ellos. Porque aunque no les venga mal de vez en cuando su apoyo, sólo les sirven como medios y nunca como sujetos enteros. De esa manera es fácil que se valgan de ellos en cuanto instrumentos, abusen de su obsequiosa disposición y terminen repudiándolos a causa de su blandura.
En resumidas cuentas, este hombre feminista podría ser mejor que la mujer barbuda puesto que, debido a su falsificación, le sería posible arrancarse el postizo en cualquier momento, pero es peor que la mujer barbuda en atención a su falsificación odiosa. Creen que seducirán a las mujeres mediante este cariño ideológico y que aparecerán ante ellas como "nuevos hombres" que abrazan el alma femenina. Pero no entienden nada.
Toda esperanza en esta dirección quedará frustrada y sus tropiezos con las modelos (o patronas) serán todavía más ingratos. En muchos aspectos, la directiva mundial que invita a acentuar la feminidad de los varones para ponerse al día y ganar amigas es entendida por los hombres feministas al revés. Porque no se trata de ser más deseable a las mujeres militando a su sombra en el campo de batalla, sino en hacerse más deseable, en general, abriendo la luz y diversidad del campo.
De esa manera habrá sitio para todos y no ofuscación de cuerpos e ideas. Es decir: confusión de la justicia con el agasajo o de la equidad con la etiqueta. Los reveses sirven para aprender y, especialmente, cuando el ridículo que se hace en el envite brinda gratuitamente el antídoto natural contra la tentación de prorrogar la tontería.
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