Por Rosa Meneses
La revolución en Siria es sólo cosa de hombres. "El lugar de las mujeres está en la casa. No queremos que estén con nosotros. Es demasiado peligroso. Tenemos miedo por ellas y ellas tienen miedo de todo!, comenta un enfermero voluntario del Ejército Libre de Siria. En Azaz, las mujeres son empujadas a los márgenes y casi no participan en la vida pública.
Algunos milicianos, las ridiculizan: "Lloran por nada". Y deciden por ellas cuál debe ser su papel. El resultado es que en la retaguardia de la revolución siria sobresalen pocas mujeres. Al contrario que en otras ‘primaveras árabes’, la revolución siria tiene rostro masculino. En los Consejos Revolucionarios Civiles, creados hace meses en localidades del territorio liberado del norte, como Tel Rifat, Al Bab o Azaz, no hay ni una sola mujer. “Es muy peligroso”, repiten.
"No hay presencia de mujeres entre nosotros. Como mucho, en las actividades humanitarias y las protestas pacíficas. Pero por supuesto, en las misiones militares no hay mujeres!, explica un miliciano. Los oficiales de prensa de las ’katibas’ (batallones) son también hombres: los milicianos no quieren mujeres entre ellos.
!Las mujeres han liderado las protestas pacíficas y han hecho denuncias contra los abusos del régimen en Internet. Pero no tienen un papel en la lucha armada!, explica Zakaria Ghrir, activista humanitario. "Se ve a algunas ejerciendo el periodismo o ayudando en labores de logística, escondiendo munición, dinero o hasta fusiles para pasarlos por los controles fronterizos y ’checkpoints’", señala.
En las grandes ciudades, es más normal ver a mujeres rebosantes de autoconfianza, ofreciendo su experiencia y conocimientos para luchar contra el régimen. En Alepo, jóvenes fotógrafas arriesgan su vida en el frente de batalla para llevar a Internet la realidad de los combates. Pero en las zonas rurales, más tradicionales, las mujeres permanecen al margen, cuidando de los hijos y la casa mientras sus hombres están luchando.
Algunas, como Zeino Said Ali, que ha perdido a tres de sus cinco hijos varones en diferentes fases de la revolución, han ayudado secretamente a la oposición. "Ahora ya estoy enferma y demasiado vieja, pero solía alimentar a 100 milicianos del ELS", cuenta esta mujer de 70 años sentada en su casa de Azaz. Ella sabe bien lo que es sufrir la pérdida de sus seres queridos y seguir apoyando aquello por lo que luchan sin perder la fe. El día que mataron a su hijo más pequeño, ella recibió tres tiros en las piernas. En el hospital, su hija le dio la noticia de que habían capturado al joven de 22 años y lo habían torturado hasta la muerte.
Subestimadas, la mayoría de las mujeres en Siria aguarda un futuro mejor. Pero de momento todo es incierto, como el mañana de la pequeña Zohra (ocultamos su verdadero nombre), de 14 años, refugiada con su familia fuera de Siria para evitar la guerra, pero inmersa en otro horror: el de la violencia doméstica. "Quiero huir, irme de casa, pero sé que soy demasiado pequeña", admite."Por casos como éste es por el que tenemos que construir una sociedad civil en Siria donde las mujeres tengan un papel importante", señala Rajaa Altalli, cooperante de la ONG Centro para la Sociedad Civil y la Democracia en Siria.
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